Quizás yo no tenga
muchas luces; me importa poco. Prefiero considerar que aún me quedan las
suficientes en ideas y valores que transmitir aún a aquellas personas que de
verdad me importan.
En unos tiempos
que día a día nos marcan registros históricos de unos precios eléctricos
desorbitados, además del importe que al final de una factura me imprima la
compañía eléctrica que por suerte o desgracia me acompaña desde tiempos
inmemoriales, mis pocas luces me gritan o preguntan “¿Por qué tanto silencio de
la gente?”
Y de verdad, que
no termino de hallar la respuesta. Ese apesebramiento de una sociedad que da la
callada por respuesta, me produce más desazón que miedo, o viceversa.
Hablando en plata
de ley, ¿estamos tontos o qué? ¿Seguiremos dejándonos pisotear por unos precios
que no paran de subir? ¿Por qué no pedimos a pie de calle responsabilidades a
quienes podrían actuar y no lo hacen?
Estos silencios no
sólo en éste sino en muchos otros aspectos políticos, sociales y económicos, me
hacen pensar que vivimos en una sociedad que dependiendo de la dirección del
aire, actuará o no.
No quiero imaginar
cómo estarían las redes, las ciudades y los pensamientos si quien dirigiera
nuestros destinos, fueran otros a los actuales.
¿Soy libre cuando
tengo que callar? ¿Soy libre cuando me marcan las horas en las que debo
utilizar la energía si no quiero buscar en bolsillos vacíos? ¿Soy libre cuando
si hablo, pienso u opino de una forma me van a tachar los mismos de siempre
como lo que no soy?
Me asquea ser buen
ciudadano si debo dar la callada por respuesta. Me asquea la libertad de
expresión siempre para los mismos que nos gritan a la cara que hagamos lo que
ellos digan pero no hagamos lo que ellos hacen. Y no quiero hablar de
dictaduras, pero vivir a oscuras de la realidad y en silencio, se le parece mucho.
Quizás piense así
por mis pocas luces.
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