sábado, 17 de abril de 2021

Una caja de zapatos



Un hombre se encontraba profundamente dormido en el sofá, cuando de repente, un timbre sonó con estridencia. Los ladridos del perro que dormitaba a su lado, aceleraron su corazón en un palpitar de susto y espanto.

Oyó una voz que decía: “Va a subir alguien preguntando por ti”

Aún con el ritmo cardíaco desbocado, se levantó y sus pasos le llevaron a la puerta de su domicilio tantas veces franqueada. La abrió y al otro lado se encontró con el silencio del rellano de escalera vacío.

Aguzó el oído y un sonido casi imperceptible de maquinaria, le hizo comprender de inmediato que un ascensor subía.

La puerta se abrió y se sorprendió al ver a un hombre desconocido que acercándose con parsimonia, le entregó un paquete, marchando por donde vino y perdiéndose sus pasos esta vez por los treinta escalones que separaban su objetivo de la salida a la calle.

El protagonista de nuestra historia, cerró la puerta con un paquete en una mano y un interrogante en la otra. Debía buscar un cuchillo, unas tijeras o cualquier objeto de corte que le permitiera rasgar el precinto que en varias capas reforzaban la seguridad de apertura de ese paquete.

Le costó esfuerzo dejar al descubierto lo que verdaderamente parecía una caja de zapatos.

¿Una caja de zapatos? Surgió una duda. La duda dio paso a la extrañeza y la extrañeza a un cierto desasosiego rayano con el temor. Algo en lo más profundo de su ser le decía que debía abrir esa caja con sumo cuidado.

Así lo hizo y al descubrir su contenido, mil voces surgieron; mil gritos agónicos de muertes al acecho se abrieron paso entre el asombro de sus ojos y la conciencia de que el terror se escribía con nombre y apellidos. Los nombres y apellidos de unos autores de novelas que fueron un día compañeros fieles de un joven que con más miedos que vergüenzas, leía y devoraba sus historias de terror con avidez.

Pocos amigos tenía entonces ese chaval, pero esas novelas, le llevaron a recorrer fantasías que aunque se pintaban en color rojo sangre, dejaron volar su imaginación hacia escenarios terroríficamente entretenidos.

Hoy, ese chaval es un hombre con DNI de otro siglo, canas adornando las fantasías de su cabeza y un traje hecho a la medida del orgullo y agradecimiento que siente por tener una hija que a muchos kilómetros de él, se acordó que la fantasía y el amor mutuo, siempre pueden ir unidas y atesoradas por más que pasen los años, en una simple caja de zapatos.

 

 

A mi hija María, desde la patata

 




 

  

2 comentarios:

  1. En una caja de zapatos caben muchas cosas, recuerdos, fotos, postales, monedas, canicas, llaveros, novelas de terror, ja,ja, pero sobre todo cabe el corazón y el amor de un hija.
    Saludos Luismi.

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  2. Caben tantas cosas... Y normalmente solemos dejar en ellas buenos recuerdos.

    Feliz primavera

    Un abrazo

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