Un viejo tango convivía con el recuerdo de unos años que siendo veinte, fueron pocos. Veinte años, que para muchos son la cuarta parte de una vida. Un soplo prolongado en el tiempo que pareciera solamente un suspiro.
Veinte años que debieron ser una
reflexión y a día de hoy sólo sirvieron para prolongar una agonía con segundas
partes.
Veo gentes que huyen, que intentan
ganar la carrera del terror que les persigue. Gentes que buscando otra vida se aferran
a una muerte segura de un avión en vuelo.
Veo mujeres de futuro tan oscuro como
los ropajes que sin duda vestirán. Mujeres que pensando en colores, tendrán una
vida de tonos ocres como su existencia futura. Su esfuerzo no valió de nada; sus
estudios, sus creencias y su estilo de vida tan libre como deseada, quedarán
sólo en una cabeza cubierta por espantos.
¿Y todo por qué?
Porque la humanidad no aprende.
Porque nos extinguiremos por el meteorito gigante de nuestra propia iniquidad.
Inacción lo llamarán algunos; vista gorda otros y los más, seguiremos viviendo
con la mirada puesta en un soslayo que mientras no nos afecte, seguirá existiendo.
Muchos son los kilómetros que nos
separan de un infierno que debiendo y pudiendo ser mitigado, renace de unas
ascuas que no supimos convertir en cenizas.
Pero ese infierno existió siempre en
los corazones de los pueblos que por muchas enseñanzas o buenas voluntades,
sólo conservamos de lo bueno lo mejor y de lo malo, sólo lo que nos atañe a
nuestro entorno más cercano.
No nos damos cuenta y lo que es peor,
no nos queremos dar cuenta que los malos vientos cualquier día también nos
pueden despeinar el pensamiento al cambiar de dirección.
Viviremos en futuros inciertos; en
vidas que regadas en cervezas se verán acompañadas de aperitivos con salsa de
olvidos.
Y así, sólo abriremos los ojos a
golpe de injusticia, dominación y esclavitud, con cadenas escritas en leyes
tergiversadas por quienes hacen de su capa, un sayo a medida.
Veinte años no fueron nada y tan sólo
me queda la esperanza de que algún día se detenga el tiempo, el mundo
reflexione y actúe con unión y confianza
y no dejemos que la sinrazón se apodere de una sociedad que grita vivir en paz.
Desgraciadamente y como bien dices, la humanidad no aprende. Veinte años después, el Talibán está muy lejos de ser derrotado y sigue siendo una fuerza formidable de combate. Al-Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos militantes no han desaparecido, están resurgiendo y sin duda están alentados por la inminente partida de las últimas fuerzas occidentales que quedan en el país. El señor Biden que se ande con cuidado porque aquello va a ser un buen nido de terroristas.
ResponderEliminarMe alegra saber de ti, chico de la mochila.
Nada que objetar a lo que dices. Así es. Espero que después de tanto tiempo sin escribir pueda retomar tan buena costumbre que últimamente tengo tan olvidada. Muchas gracias por el comentario querida amiga.
ResponderEliminarUn abrazo
Estos veinte años nos han demostrado que intentar democratizar algunos países del mundo con las armas es un error, solo el tiempo y las nuevas tecnologías pueden ir cambiando los modelos de sociedad, espero que para bien por nuestros hijos y nietos.
ResponderEliminarSaludos amigo.
Creo Matías que si en veinte años no se ha conseguido avanzar quizás sea también porque no ha habido una verdadera voluntad de hacerlo por parte del pueblo afgano. A pesar del horror vivido, han estado adormecidos en una calma aparente. Difícil solución.
ResponderEliminarUn abrazo