Aún
con la sonrisa puesta, los oídos escuchando violines lejanos y el alma en modo
suspensión de altos vuelos, debo reflexionar sobre lo que un día pensé y el
trascurso de los acontecimientos se han encargado de abofetearme cariñosamente
en el pensamiento.
De
lo bueno, se aprende; de las equivocaciones y reconocimiento de los errores,
creo que uno puede llegar a doctorarse.
Tras
la aventura vacacional vivida en tierras bosnias, van quedando los posos de
unos días intensos física, moral y espiritualmente. Y uno va desgranando de lo
bueno, lo mejor.
He
conocido gentes de todas las regiones de España que como yo en su gran mayoría
hemos peregrinado sin saber muy bien qué nos encontraríamos allí o si la
experiencia podría llegar a ser tan trascendental por referencias de algunas
personas que nos comentan. No entraré a valorar lo que ha supuesto en mí,
porque creo que va a ser un proceso a medio o largo plazo aunque nado en la
seguridad de que está macerándose lo que allí fui a encontrar y que quizás
regresó conmigo en un asiento vacío a mi lado en el avión.
Pero
sí que quiero centrarme en esta ocasión, sin desmerecer al resto, en un tipo al
que debo una disculpa y mil gracias. Un
tipo al que he visto en varias ocasiones a través de una pantalla del teléfono
rezar, reír y reflexionar con otros amigos de travesía existencial y
organizativa.
Recuerdo
que la primera vez que lo vi y escuché pensé: “un rubio de bote con melena al
viento, bronceado, buen parlante, de educación exquisita y con apellidos que me
sonaban en cierto modo a aristocracia… ya está, un pijo en toda regla”.
Los
días pasaron rápido y lo que en un principio fue un proyecto, se convirtió en
realidad y cuando me quise dar cuenta ya estaba haciendo las maletas con
destino a los Balcanes en donde con total seguridad me encontraría con este
personaje.
No
hicieron falta muchas horas o días para darme cuenta que una apariencia nunca
debe sustituir una realidad y me di de bruces con una persona extraordinaria.
Desde el momento que pisé tierra en Medjugorje y recibí un abrazo tan sincero
como efusivo de bienvenida de este hombre que no me conocía absolutamente de
nada, pude percatarme del craso error que mi mente barruntó.
Porque
este hombre en los días siguientes, se desvivió por todos y en lo que me atañe,
siempre estuvo especialmente pendiente de los problemas de alimentación que mi
santa viene arrastrando desde hace ya algún tiempo.
Quizás
no sea mucho y cualquiera podría hacerlo, pero añadamos a este cóctel detalles
que pudieran parecer insignificantes, pero que para alguien como yo
acostumbrado a captar pequeñas cosas que luego me gusta relatar, no pasan
desapercibidas.
Su
cercanía con jóvenes y no tan jóvenes como nosotros. No centrarse en unos pocos
sino compartir mesas y charlas sin mirar nombres ni caras.
Un
tipo al que pido uno de esos cigarros que aun habiendo dejado el vicio siempre
me apetece fumar cuando me encuentro a gusto en un lugar con buenas gentes y
charlas y que no sólo me da un cigarrillo sino que me quiere regalar el
paquete. Un tipo cordial como pocos al que no he visto un mal gesto y que tuvo
hasta el detalle de despedir a todo el mundo a pie de escalera de autobús al
aeropuerto habiendo dormido escasas horas.
Y un tipo de corazón tan
grande que ha sido capaz de donar un riñón a un cuñado. Ante un acto así, poco
más se puede añadir.
Dicen
que es influencer; para mí es una gran persona ante la que me descubro.
*Dedicado a D. Francisco Javier Pacheco Doria (nuestro Javi), a quien queremos y respetamos. Desde la patata, perdón, gracias y un abrazo enorme.
Que bonito Luismi !! De verdad que Javi es un tipo estupendo y muy cercano.A mi tambien me sorprendió.Es un grande !! Eso si .. sin desmerecer al Pater , Laura y Clara !! 👏👏👏👏
ResponderEliminarMuchas gracias imagino que anónima lectora aunque no te pongo nombre. Por supuesto que junto con el Pater, Laura y Clara diría que forman los 4 fantásticos.
ResponderEliminarSe agradece el comentario. Un abrazo