Lo reconozco, soy hombre de
abrazos. Sin connotaciones sexuales que pudieran dar lugar a dudas.
Porque a un abrazo sincero,
precede una sonrisa. Porque un abrazo, une cuerpos de seres queridos; realza
alegrías; acompaña y mitiga tristezas; rememora recuerdos, engrandece saludos y
acaricia despedidas.
En un abrazo, sobran las palabras
y los gestos. Hace sentir amistades, disipar engaños y silenciar frases
consabidas.
Nunca rechazaré un abrazo amigo;
mis brazos siempre estarán abiertos a buenas voluntades.
Llenaré con ellos alforjas de
buenos sentimientos y no permitiré sacos rotos por donde dejar escapar lo que
pudo haber sido y no supe hacer que fuera.
Me falta dinero a veces, no me
sobran las riquezas, pero si contara por centavos la felicidad que cada abrazo
me inspira, quiera Dios nunca cambie cada uno de esos gestos por viles monedas
falsas.
Por hoy, me despido. Mi mente, no
da para más. Si eres hombre, me aprecias y te encuentras en mi camino, no dudes
en abrazarme, golpear fuerte mi espalda y decirme hola y adiós con promesas de
mañanas.
Y si por fortuna eres uno de esos
maravillosos seres con forma de mujer, tampoco dudes en hacerlo; acurrúcame
entre tus brazos y como a un niño pequeño, acarícialo con dulzura y salúdalo
sin rubor.
Nada más, un abrazo.
Nada más, un abrazo.

Nada como un abrazo sincero donde el calor del afecto verdadero es capaz, de reconciliarnos con todo aquello que duele.
ResponderEliminarDesde mi lejana tierra, un fuerte abrazo querido Luismi.
Aunque la distancia sea grande, el afecto la empequeñece.
ResponderEliminarUn fortísimo abrazo mi querida amiga.
Por fortuna soy mujer y te doy un abrazo porque por si no lo sabes favorece la felicidad y mejora tu estado de ánimo al elevar la serotonina. Además la buena gente lo merece.
ResponderEliminarAbrazos Luismi.
Pues con serotonina o no, te abrazo fuertemente y te doy las gracias por ese abrazo amigo.
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