Cuando
las fuerzas de la naturaleza se desatan, no queda más que mirar por
una ventana y esperar que escampe; de vez en cuando, un rayo nos hace
parpadear más de lo debido y ese trueno traicionero, convulsiona
unos oídos pendientes del susto por venir.
Tormentas
de verano preludio de otoños cercanos; muchos nombres las bautizan:
gota fría, ciclogénesis, D.A.N.A…; como la quieran llamar. Yo
suelo adjetivarlas todas con aquello de “acojonantes”, porque
realmente llegan a asustar.
Pero
siempre en esta vida, todo llega y todo pasa. Riadas con más o menos
escapatorias, árboles que perdieron alguno de sus elementos, campos
de minas sin minas, vehículos involuntariamente movidos de su
aparcamiento sin cacos de por medio…
Mil
una cosas que son, a ojos vista, las consecuencias de uno de estos
toques de atención de la madre naturaleza.
Y
también, quedan las goteras; esas pequeñas aguas cuyo destino final
será normalmente el de un miserable cubo de fregona. Lo que venga
después, ya es otro cantar; esperar un nuevo aluvión, o restañar
esas vías por las que gota a gota tenemos la certeza de que algo no
funciona bien.
Curiosamente
esta raza a la que pertenezco y que con el paso del tiempo considero
menos humana, también sufre de alguno de estos fenómenos.
Personas
que en un acaloramiento, o aprovechando esa última gota que colma
vasos, estallan en iras de difícil contención y peor tratamiento.
Esas
otras impermeables por fuera y esponjosas por dentro cuyos problemas
y el de los demás pareciera no afectarles en absoluto aunque a
ciencia cierta romperán algún día y quizás no de la mejor manera.
Y
luego esas otras personas que sueltan lastres de discordias,
decepciones, enfados o pareceres contrarios a modo de goteras que
poco a poco vacían malhumores.
Me
considero más bien afiliado a este último grupo aunque corra el
peligro de que algún día deba vaciar aquello que contenga el día a
día, mi gota a gota. El tamaño del contenedor que sujete sus aguas,
provocará o no riadas de duras consecuencias, porque decir que
pueden existir personas sin ningún tipo de vías de escape, sería
como dibujar la felicidad plena con forma humana y eso es algo que
conociendo, conociéndome, se me antoja imposible.
Holaa hablando de tormentas por acá, estamos esperando "la tormenta de Santa Rosa" un fenómeno meteorológico que llega cada 30 de agosto y deja consecuencias graves.. Pero en tema de goteras yo tolero hasta que la ultima gota rebalse el vaso y ahí me despliego ja ja. saludos!!
ResponderEliminarHola! Espero que ese paso de la tormenta de Santa Rosa no sea demasiado grave. También hemos tenido por mi zona unas tormentas bastante fuertes.
ResponderEliminar¡Cuidado con esos despliegues, jejeje!
Saludos
Querido Luismi.
ResponderEliminarAlguna vez he tenido que contarte que adoro las tormentas desde muy pequeña.
Mi padre aconstumbraba a llevarme de caza los sábados y domingos y yo lo pasaba realmente bien, el campo, los perros, la compañía ...
Pero con diferencia lo que mas me gustaba eran los dias de tormenta. Esas monumentales tormentas en el campo, esa lluvia chorreando por mi cara.Siempre me pareció que hablaba Dios en esos ruidos y en esas luces. Y sigo pensando igual.
Respecto a las goteras no se donde situarme, dudo de no explotar con esa ultima gota y se que por educación soy capaz de no hacerlo....mejor no comprobarlo
Querida amiga, sí que conozco tu afición por las tormentas como también conozco en parte alguna de esas otras tormentas no tan atmosféricas pero en ocasiones más potentes.
ResponderEliminarHaces bien aunque sea por educación en no dejarte rebosar por esa última gota.