Avisos tuvimos muchos; advertencias,
todas. ¿Y qué hizo el hombre? Permanecer pertrechado en su mundo sin mirar al
de los demás.
La naturaleza es algo abstracto,
hermoso, pero como lejano para el ser humano. Verter en ella todos nuestros
malos humos, despoblar sus bosques, quemar sus raíces, extinguir los animales
que la pueblan… en definitiva, no cuidarla por nosotros y las generaciones
venideras, es un peligroso juego al que muchos no queremos jugar, pero al que
otros les importa un carajo apostar.
Y así nos va; de mal en peor. Ya no hay
excusas y quizás el pensamiento tormentoso que nos rodea y que siempre odié, es
aquel que dice:
“Tenemos lo que nos merecemos”
Desgraciadamente, sí. Sólo hay que
echar un vistazo al mundo para darse cuenta en qué estamos convirtiéndolo
ayudados además seguramente por una concatenación de los peores gobernantes
mundiales que conoció la Tierra.
Pero no hablaré de política, porque no
es la hora. Es hora de pensar, ya que como ser humano se nos ha enviado al
rincón para hacerlo como castigo a nuestras fechorías.
Confinamiento en domicilios lo llaman
algunos; estado de alarma, otros. Yo lo voy a llamar “Una llamada al interior”.
Creo que es la hora de llamar a esa
puerta que todos llevamos dentro pero por la que solemos pasar de largo
habitualmente. Ya no hay excusas de falta de tiempos, prisas, ocupaciones,
trabajos y multitud de etcéteras, que buscamos para no tener que pulsar un
timbre o golpear nuestro llamador.
Tenemos horas, días o incluso meses
para entrar a ese rincón escondido en lo más profundo de nosotros mismos y
revolver lo que allí encontremos para de una u otra forma limpiar, ordenar y airear
lo que de negro encontremos.
Llamaré a esa puerta y espero y deseo
abrírmela de par en par sin mirar por ninguna mirilla que me impida penetrar en
lo más profundo de mí mismo.
Me rodea lo mío aunque me falte alguna
parte a unos cuantos kilómetros de aquí; Pero no hay distancias cuando el
pensamiento y el amor dejan esas partes a pocos centímetros de mí.
Es hora de la solidaridad; pero esa
solidaridad debe partir de nuestro entorno más cercano; debe tener su punto de
partida en uno mismo porque si no es así, poco podemos ofrecer a los demás.
Quizás una charla a la luz de una vela;
puede que unas palomitas bajo una manta mientras un perro se deja acariciar;
escuchar en lugar de oír; empinar codos aunque esta vez, esa expresión sea
sinónimo de otra forma de toser que no implique al prójimo; mirar a los ojos de
la gente en contra de lo que decía la canción; sentirnos todos más cercanos
estando más lejos que nunca; jugar al escondite aunque no haya lugar para
esconderse; ser más niños que hombres; buscar momentos de silencio, de oración,
de reflexión íntima y personal; una llamada al amigo; un recuerdo sin ira al
enemigo; un libro abierto sin contar sus páginas; unos buenos días al encontrarme con el
solitario barrendero; unos aplausos de ocho de la tarde; un himno de media
mañana; una confianza, una esperanza, un deseo, una petición de un futuro mejor…
Mil cosas podré hacer estos días de
interiores con vistas a la calle. No sé si habrá mejor medicina o tendré que
invitar también a D. Paracetamol; lo que sí sé de antemano es que el
aburrimiento quiera Dios se vaya por donde quiera entrar como ese pequeño
cabrón del que sólo espero que siendo malo, nos haga mejores.
Y agradecer por supuesto y desde este
humilde Café legalmente abierto en estas circunstancias, a todo el mundo que debe
trabajar incluso hasta la extenuación, para que los demás podamos seguir
abriendo puertas.
No diré nombres, ni pondré cara a
nadie; a toda persona que lea esto, gracias de antemano por ese ratito que has
empleado en leerme y mi apoyo, solidaridad y hermandad en estos momentos duros
que a todos nos ha tocado vivir.
Que nos sirva de experiencia para hacer
de este mundo un lugar mejor en el que vivir y que podamos vestir nuestras
mejores galas por fuera y por dentro cuando llegue el día en el que las redes
sociales se inunden de un mensaje claro y rotundo que diga:
“VENCIMOS”
Una exposición muy acertada de los que nos está ocurriendo, esperemos que aun tengamos tiempo de revertir la situación.
ResponderEliminarUn abrazo.
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ResponderEliminarQuiero pensar que sí Matías. Muchas gracias por tu comentario y mi deseo de que no te afecte a ti ni a los tuyos. Un abrazo
Te quiero❤
ResponderEliminarVinceró, amigo, no lo dudes. Cuidaros tú familia y tú, ah! Y a Guinness que estará encantado de teneros en casa.
ResponderEliminarCuando estudié microbiología nunca imaginé que llegaría a conocer una pandemia y a la vista de lo que estaba pasando en Italia lo comenté en casa, de epidemia nada. Hemos actuado con un mes de retraso. Una negligencia imperdonable de este desgobierno.
Un abrazo virtual.
¡Cuánto y bueno nos queda por pasar estos días Mercedes. Incluso lo que pueda venir de malo, entre los dos, le daremos más la vuelta que a esos guantes de color azul que se han hecho compañeros de fatigas.
ResponderEliminarTe quiero❤
Lástima querida amiga Remedios que llevemos tanto tiempo de retraso. Ya no hay vuelta de hoja. Lo que más me preocupa es que aún se pueda seguir actuando mal. Espero y deseo que tú y los tuyos estéis bien. Muchas gracias y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo contigo. ¡Cuánta razón tienen tus palabras! El hombre pensaba que podía hacer lo que quisiera con la naturaleza , pero cuando ella dice "aquí estoy yo", el hombre se vuelve pequeño y vulnerable. Espero que este confinamiento sirva para reflexionar, y para hacernos un poco más solidarios y valorar lo realmente importante de la vida.
ResponderEliminarJUNTOS VENCEREMOS
Un abrazo.
Claro que sí Rita. Venceremos y seremos mejores de lo que ahora somos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y mucha mucha salud