Bajo un faldón asomaste con sudor y lágrimas cegando tus ojos. Una extraña mueca de dolor llevó tu mano a la nuca que en carne viva tenías.
Ni un gesto, ni un reproche, ni un mal guiño.
Miradas ajenas, escrutan tus actos. No todos comprenden tu lloro a borbotones.
Lloras como un niño y lloras como sólo un hombre sabe llorar.
Por fin un amigo, por fin un compañero, por fin un familiar.
El abrazo se hace largo,
el abrazo se hace grande,
el abrazo se hace fuerte.
Ambos lloran; no necesitan mirarse, no necesitan hablar.
Alguien pregunta, ¿mereció la pena?
Y entre sollozos sentenciaste:
"Yo he llevado a la Madre del cielo"
Yo fui testigo de todo y por una vez, quise ser tú, aunque ayer te vi llorar.
(Dedicado a los costaleros de la Hermandad del Gran Poder y Macarena de Madrid)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
La hora de los buenos
No hay mayor silencio que el silencio del olvido. Y no quisiera ser yo quien pasara de puntillas sin opinar por la historia más reciente d...
-
No hay mayor silencio que el silencio del olvido. Y no quisiera ser yo quien pasara de puntillas sin opinar por la historia más reciente d...
-
Llegó el momento, sí; antes de lo previsto y por circunstancias aún más inesperadas. Llegó el momento de hacer parada y fonda y abandona...
-
Un viejo Ford de color marrón ha iniciado un largo viaje sin retorno. Al volante, un hombre peculiar. De tez morena y curtida por muchos año...
Luismi, qué bien has conseguido describir los sentimientos y las emociones que se palpan en estas fechas, sobre todo en aquellos que la viven con tanto fervor.
ResponderEliminarPor cierto, me alegro de que a pesar de haberte escapado unos días, no dejes de pasarte por aquí para que tus fieles seguidores sigamos disfrutando con tus palabras.
Besitos!
Muchas gracias Mónica. La verdad es que pensé que los pensamientos en caliente, saben mejor y no quise dejar pasar la oportunidad.
ResponderEliminarDesde tierras manchegas, un besazo.