Un rayo de luz

Es tarde, muy tarde y todos duermen. El silencio roto sólo por alguna vieja canción que hoy me acompaña en esta soledad que llevo días buscando.

Días tristes, de negros nubarrones, de frío intenso, de letargo en el ánimo.

Días en los que me resulta difícil conjugar una alegría en los ojos de aquella que un día decidió acompañarme para siempre.

Ojos envueltos en lágrimas sin saltar al vacío y que sólo llegan a esbozar una mueca por sonrisa. Han perdido su brillo, su mirada intensa, sus ansias de felicidad.

No encuentra los motivos, ni una explicación, los hechos quizás por los que su alegría, su fortaleza y su optimismo natural, han decidido esconderse en un rincón de sus pensamientos.

El decaimiento, el dolor, el descanso sin descansar, se cobijaron en su mente y no le dejan presentar batalla en esta partida de ajedrez en la que se ha convertido su existencia.

La partida es dura y el contrincante, avezado, curtido y traicionero; pero esta Reina, siempre tendrá en mí su alfil protector que la ayudará al ritmo que marcan nuestras armas en largos paseos, buena música, bocetos en un papel, al menos una sonrisa diaria y amor, mucho amor.

Nunca hubo mal que cien años durara, ni nube que no dejara al fin pasar un rayo de luz a la esperanza.