Era una madrugada fría como tantas otras de invierno. Puntual a su cita, el mismo autobús de siempre traslada caras de sueño, a la gran ciudad.
Sin prisas, pero sin pausa, recorremos el mismo trayecto, las mismas marquesinas, hasta llegar a nuestro destino en forma de intercambiador de transportes.
Pero esta vez, antes de bajar, me percato que en el asiento que me precede, una joven, garabatea algo en el empañado cristal intercambiando una sonrisa con la que intuyo que era su madre.
Mi curiosidad pudo más que mis prisas por salir y no tuve más remedio que fijarme en lo que había escrito antes de marchar.
Sólo un dibujo y dos palabras que también me hicieron sonreír y que a su vez me llenaron de ternura, me desbordaron de esperanza y me hicieron ver esa madrugada, de otro color.
Esos pequeños detalles son la esencia de cada día y...cuántas veces las prisas y la rutina nos hacen pasarlos por alto...
ResponderEliminarUn besazo!
Siempre me han gustado esas cositas totalmente inesperadas. Detalles que siendo nada, llegan a significar mucho.
ResponderEliminarUn beso gordo y una sonrisa.
Pues hay que sonreir para afrontar cada día. Un abrazo
ResponderEliminarCuando alguien pide una sonrisa de esa manera, no me extraña que al leerlo se nos enternezca el alma.
ResponderEliminarHoy, mañana y siempre, una sonrisa.
Siempre intentando aparcar el semblante serio. Gracias por vuestras sonrisas. Que nunca se pierdan.
ResponderEliminarAbrazos.
Nos hace falta alegría.
ResponderEliminarBonito detalle.
Un abrazo.
Gracias ohma. Siempre encontraremos detalles de estos, seguro.
ResponderEliminarAbrazos.
Una pequeña cosa puede serlo todo :)
ResponderEliminarMe alegra leerte de nuevo, Luismi. Un abrazo!
Y a mí me alegra tu vuelta. Un abrazote.
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