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Los
tiempos cambian, lo sé; el mundo avanza, aunque aquí soy de los que piensan que
no sé exactamente hacia dónde.
Lo
que antes era de un color, sabor o utilidad, ahora puede tener unos matices o
connotaciones muy diferentes y no por ello, ser mejor o peor.
La
jerga o modo de hablar que durante años y generaciones se utilizaba, evoluciona
también con los tiempos, aunque me gusta siempre rescatar o conservar aquello
que por tradición, recuerdos o simplemente costumbre, al salir de mi boca, me
suena bien en los oídos.
Visitar
bares, restaurantes, o simples tascas buscando rubias cervezas que refresquen
gaznates sedientos, es uno de los deportes nacionales que mayores
satisfacciones ha dado a este país y entre cuyos practicantes, me incluyo.
Por
eso, de un tiempo a esta parte, de unos años a hoy, me llama mucho la atención
cómo se va extendiendo una moda más de esas que quieren llamar de forma en
muchos casos estrambótica a lo que era sencillo, rítmico e incluso simpático.
Particularmente
y por tocar mi fibra sensible, me resulta ciertamente curioso que se extienda
como la gripe la moda o costumbre de nombrar ahora como “un quinto”, lo que
toda la vida desde que yo nadaba en los huevecillos de mi padre e incluso
antes, era un hermoso, maravilloso, reluciente y simpatiquísimo “botellín” o “botijo”.
Porque
seamos claros y vengámonos a razones:
¿Qué
es un quinto?
Un
quinto, toda la vida, ha sido el nombre asignado a cada uno de esos mozos que
sorteaban para cumplir el servicio militar o lo que vulgarmente, hemos llamado “mili”.
Ese
mismo quinto, se levantaba y tiraba de la manta.
Un
quinto, también era aquello que se vendía sin ascensor a valientes compradores.
Un
quinto es simplemente un cinco con un cerito subrayado en la parte superior
derecha.
Aquello
que va por delante del cuarto y detrás del sexto y que multiplicado por dos
tercios, nos da como resultado…
Bueno,
a lo que iba; ¿para qué tanta complejidad matemática cuando nos enfrentamos al
barman o “barmana” y lo que queremos es que nos sirva un refrescante y
maravilloso botellín?
Que
no se pierda un nombre tan biensonante. Un nombre que dudo mucho que no resulte
simpático a cualquier ser humano al que le guste la rubia, negra o tostada
bebida espumosa.
Aquellos
tiempos en los que cuatro tipos agarrando mangos (no pensemos mal) se jugaban a
golpes de bolas y jugadores, la honra de no tener que pagar un cajón de
¿quintos?; no, ¡botellines y mil veces botellines!.
Pero
claro, alguien me puede preguntar ¿y qué hacemos con los tercios?
Pues,
yo los tercios, los dejaría como están. Y si me apuran aún a riesgo de que me
tomaran por lo que no soy, les seguiría llamando con ese otro nombre sin
connotaciones de ningún típico y que mis colegas, yo y muchos como yo,
llamábamos “gorda” para referirnos a ese botellín que iba y va más allá de su
estatura y anchura normal.
Sea
botellín, botijo, tercio o gorda, brindo con ustedes cerveza en mano por una
vida mejor.
¡Salud!
No tenía ni idea del "quinto" cuando todo el mundo lo conoce por botellín.
ResponderEliminarTe dejo un enlace.
http://suenosdeaireazul.blogspot.com.es/2010/02/el-agua-dorada.html
Quizá te guste.
El abrazo de turno.
Claro que me ha gustado ese enlace. Como que a pesar de ser temprano, ya está apeteciendo un buen y refrescante botellín. Excelente información. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.