Un
muñeco, una maleta; veintitrés años les separan y el destino o quizás una férrea
voluntad han querido que ahora se unan buscando futuros en los que cobijarse.
Ambos
volarán alto hacia nuevas tierras; tierras de verdes praderas y tréboles con
olor a suerte; tierras de mares, castillos y lengua extraña.
Abandonan
el hogar dejando promesas de regreso. La distancia, será larga; el tiempo se
hará lento; pero donde hay amor, no hay distancias, ni tiempos, ni dificultades
que impidan que lo que dejan atrás siempre les espere con corazones de par en
par.
Les
echaré mucho de menos; no habrá día ni ocasión que no me acerque su recuerdo;
pero no hablaré de tristezas por su marcha; no hablaré de preocupación por su
partida, ni alcanzaré a borrar un ápice del orgullo, la comprensión y la
admiración por la decisión que han tomado.
Ese
muñeco almacena noches guardando sueños de un bebé que Dios puso en mis manos
como el mayor regalo que a un hombre, padre y amigo le pudo dar. Guarda las más
hermosas historias; noches de juegos y risas, de llantos y miedos, de músicas
en brazos, de hermanas en perfecta comunión y de padres con semblante
disfrazado de perplejidad por tan extraordinarias creaciones que recibieron quizás
sin merecer.
Hoy,
como entonces, será fiel guardián de ese bebé convertido en una gran mujer. Una
mujer con inquietudes, con afán de superación, con deseos de labrar un futuro
(su futuro) con esfuerzo y espíritu de aventura.
La
empresa, no será fácil; la vida, tampoco lo es; pero quien busca, halla, quien
se esfuerza recibe compensación y quien se marca un destino, tarde o temprano
lo encuentra.
Hoy
me embarga una rara sensación; si tuviera que definirla, imagino que sería algo
parecido a lo que pienso sentirían tantos y tantos padres cuando en un tiempo
no tan lejano tenían que despedir a un hijo que marchaba lejos a cumplir con la
patria.
Preocupación,
tristeza, nervios, instinto de protección, no lo sé. Un poco de todo y otro
poco de nada.
Porque
dentro de todo eso, revive con más fuerza que nunca un
sentimiento de admiración sin signos de puntuación que se necesiten para adornalo.
A
esa mujer que empujará esa maleta; a esa niña que acurrucará su muñeco de
siempre, hoy más que nunca sólo puedo mirarla a los ojos, pensarla y decirle
que la quiero.
Tiene buenos mimbres...los que vosotros tejisteis con ella...Seguro que su salto será un hermoso vuelo del que desde ya se que os sentiréis orgullosos...un abrazo
ResponderEliminarVa más allá incluso del orgullo. Siento admiración por su decisión y aunque la distancia es grande, también sé que rodó esto también nos une más. Muchas gracias Alfonso por tus palabras y apoyo. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarUna preciosa despedida que aunque quieras hacerte el fuerte, sé lo que duele, una preciosa despedida de padre orgulloso y ya con esto es más que suficiente. Su decisión es la tuya y te aplaudo una vez más por tu texto, en el que me he visto reflejada hace ya un tiempo cuando yo también hice una maleta, pero me dejé el muñeco Luismi, fue un fallo, lo pasé mal,pero te aseguro que no me arrepiento.
ResponderEliminarVolverá y volverás a decirle que la quieres.
Suerte para esa niña valiente.
¡Cómo agradecerte esos ánimos querida amiga! Es cierto lo que dices; es duro, pero estoy seguro que conforme pase el tiempo más nos daremos cuenta, que ha sido la mejor decisión, la más valiente e inteligente que mi hija ha podido tomar por mucho que nos duela a todos esta momentánea separación.
ResponderEliminarEspero que ese muñeco que no llevaste contigo un día te siga acompañando siempre.
Un fuerte abrazo amiga y muchas gracias.