Por
los libros al igual que las personas, también pasan los años. Su imagen
exterior, se va deteriorando con el inexorable transcurrir del tiempo; pero su
esencia, el mensaje que contienen, pervive más allá de lo imaginable.
Algunos
de estos pequeños pedacitos de historia, han llegado a mis manos.
Destartaladas
hojas que no sin esfuerzo se mantienen en cierto orden y disciplina para ser
devorados por la curiosidad y perplejidad de quien ahora los sostiene.
Libros
que pertenecieron a una niña; una niña como tantas otras que siguió una senda
marcada por adultos de esos años. Una niña que quizás sin entender muy bien el
significado de tantas y tantas frases, pensamientos o mandatos, no abandonó
hasta el fin de sus días ese ideal, esa esperanza e ilusión.
Hoy,
esas esperanzas, las hago mías con un cierto sentimiento de melancolía, pero
también con una mezcla de orgullo, recuerdos y vaivenes de alma inquieta,
porque hoy, recojo su testigo con la fuerte convicción de quien pasará sus
páginas con la delicadeza que más de ochenta años de sus tintas escritas
merecen.
Esa
niña que fue, es y será mi madre, me acompañará en sus lecturas y hará con su
compañía que esas letras del pasado, nos unan aún más en un eterno futuro.
Caray! me has emocionado, claro que no es difícil que se me empañen los ojos, soy de lágrima fácil. Tu escrito puedo hacerlo mío, con tu permiso, pero cambiando a la entrañable persona, tu madre por mi padre. Hasta hace muy poco no he podido recorrer sus libros, solo mirar a diario la firma de sus cuadros, con alguna corta dedicatoria.
ResponderEliminarQuizá vuelva a buscarlos como has hecho tú y deje la tristeza aparte, porque solo se merecen que estemos orgullosos.
Un abrazo como siempre.
Tienes todos mis permisos. Cambiemos esa tristeza por un enorme orgullo como bien dices. Cada uno tiene sus raíces y siempre será bueno recordar de dónde venimos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo