martes, 2 de agosto de 2016

Vía muerta

El tren, el viejo tren disfrazado ahora de modernas máquinas de estilizadas formas y  velocidades de vértigo. Vagones que podrían contar mil historias de encuentros, despedidas y viajes en familia.

Historias de niños que a ritmo de chucuchú soñaron ser grandes maquinistas en minúsculas vías circulares de un juguete poco mayor que la caja que lo contenía.

Pero existieron unos trenes, unos vagones y una única vía que guardaron también caras de asombro, de incomprensión, de perplejidad disfrazada de temor. Hombres, mujeres y niños que sin importar edad fueron estigmatizados con un más que incierto futuro.

Su pecado, su procedencia;
su destino, la crueldad.
Por una vía, en unos vagones de ganado llegaron miles y cientos y cientos de miles de rostros marcados por el más vil de los sentimientos humanos; el del odio más absoluto.

Fueron despojados de todo lo que poseían; sus gafas, sus zapatos, sus vestimentas y lo peor de todo, su dignidad.

La muerte no tenía precio; sus vidas, aún menos.

“El trabajo os hará libres” se leía irónicamente en unas letras marcadas a hierro y fuego no muy lejos de aquel infierno.

Hoy, esa vía de tren, aparece muerta y callada. Ya no se escucha el transitar de una máquina; no se escuchan gritos, ni órdenes, ni trasiego de gentes; sólo se escucha el terrible sonido de la vergüenza y la brisa de un deseo.
La vergüenza de una vía y tantas y tantas vías como esa, que visten el recuerdo más negro del ser humano y la brisa de un deseo para que esta historia jamás se vuelva a repetir.

Foto Ana Zarco




Foto Ana Zarco



Foto Ana Zarco


* Dedicado a la memoria de todos los hombres, mujeres y niños exterminados en los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau y a todos los que aún hoy siguen siendo también exterminados por la crueldad de aquellos que siendo de raza humana nunca ejercerán como tal.





1 comentario:

Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...