El
tren, el viejo tren disfrazado ahora de modernas máquinas de estilizadas formas
y velocidades de vértigo. Vagones que
podrían contar mil historias de encuentros, despedidas y viajes en familia.
Historias
de niños que a ritmo de chucuchú soñaron ser grandes maquinistas en minúsculas
vías circulares de un juguete poco mayor que la caja que lo contenía.
Pero
existieron unos trenes, unos vagones y una única vía que guardaron también
caras de asombro, de incomprensión, de perplejidad disfrazada de temor.
Hombres, mujeres y niños que sin importar edad fueron estigmatizados con un más
que incierto futuro.
Su
pecado, su procedencia;
su destino, la crueldad.
Por
una vía, en unos vagones de ganado llegaron miles y cientos y cientos
de miles de rostros marcados por el más vil de los sentimientos humanos; el del odio más absoluto.
Fueron
despojados de todo lo que poseían; sus gafas, sus zapatos, sus vestimentas y lo
peor de todo, su dignidad.
La
muerte no tenía precio; sus vidas, aún menos.
“El
trabajo os hará libres” se leía irónicamente en unas letras marcadas a hierro y
fuego no muy lejos de aquel infierno.
Hoy,
esa vía de tren, aparece muerta y callada. Ya no se escucha el transitar de una
máquina; no se escuchan gritos, ni órdenes, ni trasiego de gentes; sólo se
escucha el terrible sonido de la vergüenza y la brisa de un deseo.
La
vergüenza de una vía y tantas y tantas vías como esa, que visten el recuerdo más negro del ser humano y la brisa de un deseo para que esta historia jamás se vuelva a
repetir.
Foto Ana Zarco |
Foto Ana Zarco |
Foto Ana Zarco |
* Dedicado
a la memoria de todos los hombres, mujeres y niños exterminados en los campos
de concentración de Auschwitz y Birkenau y a todos los que aún hoy siguen
siendo también exterminados por la crueldad de aquellos que siendo de raza humana
nunca ejercerán como tal.
nos sumamos a tu homenaje, muy lindo.
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