No es
fácil en los tiempos actuales encontrar momentos para interiorizar
pensamientos, ordenar ideas o simplemente provocar vacío de inquietudes que
todos padecemos y seguramente muy pocos sabemos macerar para extraer lo
positivo que también tienen.
Aún
más difícil resulta cruzar los dedos de las manos rodilla en tierra y conversar
sin abrir la boca con Alguien a quien no se ve pero cuya presencia no somos
pocos los que la sentimos.
Casi
imposible, si una parte de la sociedad nos señala con dedos acusadores y
lenguas insultantes, cuando no con armas de fuego, amenazas e improperios, sin
ningún titubeo a la hora de pensar en las terribles consecuencias que todo eso
acarrea en cualquier persona con un mínimo exigible de sensibilidad y educación.
Surgen
muchas preguntas que día a día se nos hacen desde diferentes ámbitos de esa
sociedad enfrascada en el desarrollo desmedido en tecnologías y presuntos
avances cuya finalidad dudo mucho que sea la del bienestar del ser humano.
¿Por
qué? ¿Tiene sentido? ¿De veras lo crees?
Cuando
a mí particularmente me preguntan, no suelo responder que “creo”; respondo más
bien que “siento”.
La fe,
no se aprende; no nos llega con un manual de instrucciones ni anexos con
soluciones a posibles errores cometidos.
La fe,
como el amor, se siente o no.
Nos
podemos balancear o deshojar margaritas buscando un sí, pero quien realmente
ama o cree, no necesita de titubeos o juegos de azar.
Hoy
escribo esto desnudando parte de lo que yo también siento, aprovechando la ocasión
de un acontecimiento que en pocos días reunirá a más de dos millones de jóvenes
de todo el mundo en la Jornada Mundial de la Juventud a celebrar en Cracovia
(Polonia).
Cuántas
maletas, mochilas, e ilusiones se han puesto en marcha en nuestro planeta para
reunirse en un lugar común con un común objetivo.
Les
mueve la fe, les mueve un sentimiento, les mueve Dios.
Muchos
de esos jóvenes habrán roto huchas llenas a golpe de monedillas sueltas o
buscado con sonrisas, trabajo y esfuerzo lo necesario para emprender el viaje.
Todo
lo hecho, aprendido y organizado, valdrá la pena y servirá para cincelar en sus
mentes un recuerdo, una ilusión, una experiencia que bien aprovechada, les
servirá seguramente para ser mejores personas de lo que ya son.
Ciñéndome
a los conocidos, refiriéndome a aquellos jóvenes de mi entorno, sé
positivamente que ese autobús que mañana parte hacia su objetivo, irá cargado
de promesas con ansias de realidad; de plegarias y oraciones por un mundo
mejor; de deseos, esfuerzos y como no, de la más rabiosa juventud con ganas de
pasarlo bien en cuerpo, pero también en alma.
En
tierra quedaremos padres, familiares y amigos inquietos ante la incertidumbre
de un largo viaje y de noticias que hablan de amenazas por parte de aquellos
cuyo fanatismo va aún más allá de las palabras y que no dudarían en reventar futuros.
Pero
sin necesidad de encuestas, preguntas ni conjeturas, escribo y pienso con
absoluta seguridad, que en ese autobús también vamos todos en pensamiento y corazón
y que no existe nada ni nadie que pueda quitarnos el orgullo, la ilusión y la
fe que nos une por mucho que en la actual partida de la vida, las cartas
jueguen en nuestra contra.
Un
único encargo hago a mis hijas y a todo aquel que viaje y quiera hacerme el
favor en esa visita prevista a un lugar infame por historia, por hechos y
vergüenza para la humanidad como es el campo de concentración de Auschwitz.
Simplemente, les pido que olvidando lo que allí vean o sientan, cierren los
ojos, respiren profundo y recen en mi nombre lo primero que les venga a la
mente.
No
conseguiré con ello el olvido de lo que allí pasó ni la vergüenza que me causa
lo que el hombre hizo al hombre, pero sí que esa oración, esa plegaria, esa
caricia al recuerdo, creo firmemente que servirá para iluminar los ojos o
esbozar una sonrisa al menos a uno de los millones de seres que padecieron la
irracionalidad del más perverso de los animales y que estoy seguro que desde el
lugar privilegiado que ocupan, sabrán recibir y perdonar.
Y para
terminar, un deseo para todos esos locos que rezan y nos dejan atrás. Que
regresen con sus equipajes y corazones llenos de ilusión, alegría y paz.
¡F E L
I Z V I A J E!
Bello dedeo. Un abrazo a todos ellos y a ti. :)
ResponderEliminarDeseo quise decir.
ResponderEliminarSe agradecen tus deseos. Un abrazo.
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