martes, 29 de noviembre de 2016

Alegría

Un martes como otro cualquiera marchando al trabajo. Me acurruco en el habitual asiento trasero del autobús que me acerca a la gran ciudad.

Me acoplo auriculares y pulso el play del reproductor de mp3 para que su música me adormezca. No importa el estilo, ritmo o compás, porque soy capaz de dormir incluso al son de una autopista al infierno.

En esta ocasión, la música que suena es un blues del Sr. Cabrales que habla de alegría sin palabras, al ser sólo instrumental.

De repente, siento una perturbación en la fuerza. No es que algo en mi interior se removiera, no; es que todo mi cuerpo y casi el asiento, se desplazaron milímetros que pudieran parecer metros.

Medio despierto o medio dormido, que tanto monta monta tanto, alcancé a abrir los ojos y poder girar hacia la izquierda mi esterno cleidomastoideo y con él mi cuello, para apreciar que aquello que lo que había producido esta pequeña convulsión, no era otra cosa que una mujer sentada a mi lado.

Una mujer que me dejó sin aliento. Una de esas mujeres de 90-60-90, pero elevadas al cuadrado.

Me dejó sin aliento, porque era tal su tamaño, que mi índice de movimiento permitido, se reducía a mi cabeza, las manos y poco más.

No soy un tipo pequeño, pero a mí me sacaba más de un palmo de altura y dos cuerpos de armario.

Sus facciones y mirada estaban impertérritamente fijas al frente y aparentando cualquier cosa que no fuera enfado o seriedad.

Una persona de esas a las que yo bautizo como “adústera” (un adjetivo de mi invención con el que califico a todo practicante o practicanta que va más allá de ser simplemente adusta).

No miento si digo que hasta el más fornido de los All Blacks neozelandeses, se podría llegar a sentir amedrentado ante semejante “jaca”.

Acerté a ver que incluso calzaba zapatillas de esas con tres bandas paralelas y mi mente me acercó la idea de que se trataba de una lanzadora de martillo o halterista de un país del este que bien pudiera ser Polonia.

El caso es que al sentarse, esta mujer fue inmisericorde con el animalillo que llevaba en el asiento de al lado y provocó en él que en su trayecto sólo acertara a escribir en el cristal empañado de la ventanilla del autobús, la palabra “help” mientras seguía sonando una música que hablaba de alegría.

¿Alegría? Pues eso, alegría.





3 comentarios:

  1. La,la,la, te leo y te imagino espachurrado contra el cristal. Imagínate a esa mujer en un avión, tuvo que pagar dos asientos al venir a nuestro país, si es que era como dices extranjera. La verdad es que es un problema, siempre pienso que el que está gordo es porque come mucho y mal, pero la obesidad mórbida es otro cantar. Tuve una compañera que se hizo una reducción de estómago y falleció de hemorragia porque le hicieron mal las suturas.
    Que tengas un buen mes de diciembre.

    ResponderEliminar
  2. A lo mejor no era obesa, sino alta y fornida y he tergiversado tu escrito.
    Ok?.

    ResponderEliminar
  3. No era obesa, es que era enorme, je je je.
    De todos modos, o yo me estoy haciendo canijo o esta semana se han puesto de acuerdo las personas grandes para sentarse a mu lado...

    Feliz casi finde

    ResponderEliminar

Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Privilegiado

El diccionario nos revela que una persona privilegiada es aquella que tiene cierto privilegio, ventaja, derecho especial, prerrogativa o acc...