Cuando
el mismo sol aún está tomando café en un horizonte al este, mis pasos más que
mi cuerpo, me llevan por un camino recto, muy recto cuyo final pudiera parecer
trágico por ser descanso de muchas almas entre flores, mármol y cipreses.
Un
camino que siendo el final de muchos, es para mí el comienzo utilizado
habitualmente para calentar músculos, despejar legañas y avisar al resto del
cuerpo que todas su partes, sin excepción, deben hacerse a la idea que el
trayecto será largo si el propósito es encontrar esa salud descuidada en
comidas, bebidas y sedentarismos poco recomendables.
Éste
es un camino recto como una regla, monótono como el girar de una rueda y poco
atractivo a ojos ávidos de paisajes.
Un
camino que a esas horas es transitado por un puñado de personas. Personas de
todas las edades que bien pareciéramos caminantes extras de serie televisiva
más que deportistas en potencia.
No
existen cruces con “buenos días” o “hasta luegos”. Sólo el sonido de pisadas o
cercanías en raíles de ida y vuelta.
Caras
que por costumbre, se han convertido ya en habituales durante estos días que
aprovecho sin trabajos que me esperen. Y entre esas caras, una que ciertamente
me conmueve.
Un
señor, mayor por canas, torpes pasos y encorvada espalda.
Este
señor, quizás no sea quien pienso; quizás sea sólo una imagen deformada en una
realidad que desconozco; pero un señor que al cruzar su camino con el mío,
siempre consigue sin proponérselo, que mire hacia atrás.
Siempre
solo; caminando muy despacito; con un rostro de sereno sufrimiento y a la vez,
de voluntad firme y ojos removiendo ternuras.
No
logro acertar qué pudiera transportar en ella; quizás un poco de agua, una
gorra, un bocadillo, unas flores…
Si
su compañera realmente es su soledad, pensaré que ambos forman ya un dúo para
no sentirse tan solos y seré yo quien a partir de ahora cruce sus miradas con
la mía a ritmo de un simple “buenos días” que haga de su marcha novedad y de la
mía una conciencia agradecida.
Querido Luismi:
ResponderEliminarNo me queda más que sorprenderme de que aún no le hayas dado los buenos días...algo muy impropio de ti.
La educación que tu paseas por la vida hace de ti un tipo sorprendente a todas luces.
Tu prudencia , choca con la prisa con la que otros nos encontramos cada vez que necesitas de otra persona y tienes la osadía de pedirlo.
Gracias por ser, por intentar ser y por lo que serás...
Un abrazo
La verdad es que no sé muy bien por qué no le he dado los buenos días aún. Quizás sea porque realmente ninguna persona de las que nos cruzamos habitualmente por allí, lo hacemos. Sería bonito que nos fuéramos saludando, pero la vista al frente se hace más habitual. Con este hombre, es diferente, porque al menos en apariencia, transmite ternura y eso me llevará de seguro a saludarle la próxima vez que lo vea.
ResponderEliminarSi me contestará o no, no lo sé, pero esta semana que seguramente sea la última en la que podamos coincidir, un buenos días, no le faltará por mi parte.
Las prisas, nunca son buenas por muy rápida que sea la marcha.
Gracias por tus palabras
Besos