Hoy
sí que podemos decir que acabó; pasó la Navidad; guirnaldas, luces y turrones
quedaron atrás en el calendario.
Cada
uno la vive con mayor o menor intensidad, fe o costumbre; pero siempre quedará
grabada la imagen de un detalle, un encuentro, unas palabras o un ambiente que
hace de esos días algo inexplicablemente anormal en la conducta o el brillo en
los ojos de la gente.
Inexplicable
para muchos, pero no para mí. Mi fe me instruye, mi fe me guía y da respuesta a
muchas preguntas.
Ese
Niño que nace todos los años, se encuentra siempre presente para toda persona
que realmente lo quiera buscar.
Yo
lo encontré en una imagen; una imagen como todas, sin palabras; pero una imagen
que dice y vale más que un millón de letras con sentido.
Serenidad,
dulzura, quietud, paz, futuro, lucha, amor…
No
hay mayor regalo que la mirada de un niño;
no existe nada más grande en este mundo que la inocencia de quien nació
del amor de una pareja.
La
vida puede ser dura, puede ser ingrata; pero dentro de sus adversidades,
también nos regala una gran enseñanza. Y yo he aprendido a ver la Navidad en
los ojos de un niño; en una preciosa cara de quien con su mirada nos inflama el
corazón sólo de grandes y buenas cosas.
No
se puede decir más con menos; nada como esos ojos, esa media sonrisa, esa
imagen angelical.
*Dedicado al pequeño Alex,
Dylan, Patricia y David con todo mi cariño.
Yo la he visto muchos años en S. Rafael y en el Niño Jesús, dos hospitales infantiles que jamás olvidaré.
ResponderEliminarUn abrazo Luismi.
Otro para ti. Gracias
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