Una
pared desnuda, suena a silencio. Un color, un matiz, una rugosidad, no son
elementos que hablen a los ojos de quien los mira.
Vestir
una pared, no es difícil. Colgar un cuadro, un adorno, o una fotografía, hasta
el más inexperto en bricolaje, podría hacerlo.
Pero
vestirla con arte, con sentimiento y con un afán de transmitir el pensamiento
de su autor, es otra cosa.
En
una iglesia, en un lugar de culto, en un punto de reunión de almas con
inquietudes, se estrenaron el pasado domingo catorce obras cargadas de buen
pensar, buen hacer y mejor plasmar.
Una
construcción moderna acorde con nuestros tiempos y perfectamente estructurada
en no más de un cuadrado de veinticinco por otros tantos, era el marco ideal
para trabajar una idea que finalizara con el premio del reconocimiento a lo
hecho.
La
iglesia de Santa Olaya en Gijón ya puede presumir de catorce estaciones que sin
ser de tren, son paso obligado de todo aquel que se atreva a ir más allá de una
vida de fe de andar por casa.
Acercarse
a ese templo es desde ahora, revivir en imágenes una historia de camino,
sufrimiento y gloria alcanzada por Quien por amor a mí, a ti y a toda la
humanidad se sacrificó despojándose del Dios que era y llevaba dentro.
Recorrer
una a una las catorce obras de sus paredes, es reconocer en ellas el arte que
brota de las manos de su autor. Para este escultor, es una idea más, plasmada
con la habilidad que el esfuerzo de su trabajo es capaz de crear de la nada.
Para
mí, no es solo eso. Como creyente que me honro en ser y como amigo orgulloso de
serlo, a ese escultor, a ese amigo, le diría que su cabeza pensó, sus manos
crearon y un Señor, con S mayúscula guió.
Porque
sin esa fe que se empeña en esconder, dudo que el resultado de la obra hubiera podido
transmitir tanto y tan bueno como transmite.
Y
por otro lado, como inexperto en arte que también soy, sí que he podido darme
cuenta que no existe fotografía perfecta que se pueda comparar a la imagen in
situ de una obra. Desde el tamaño hasta el último de los detalles, pareciera
que lo visto en papel, fuera pura coincidencia con su realidad.
Por
todo ello, animo a quien esto lea y alguna vez tenga la oportunidad de
corroborar lo expuesto, visite el lugar para degustar arte, fe o su combinado
en unas paredes que dejaron por fin de estar desnudas.
*Mi
agradecimiento sincero a los componentes del Taller Creativo Arte74.es, al
Párroco de la Iglesia de Santa Olaya en Gijón D. Fernando Díaz y muy
especialmente y como siempre a esa familia asturiana que sin serlo, siento como
mía y tanto se han desvivido para hacer de éste, un fin de semana inolvidable.
Cierto es que vestir una pared no es nada fácil y no lo sabe hacer cualquiera, por eso la persona que dio a luz esas catorce estaciones merece llamarse artista. Y si la obra es buena, como tú bien dices, es un artista y de los grandes. Muchísimas felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarAgradezco tus palabras Rita. No dudes que le transmitiré tu felicitación. Puedes visitarle en Arte74.es
ResponderEliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo