¡Qué
poco amigo soy de esos lugares en los que las personas entran,
sufren, se cansan, sudan como animales y marchan a casa como si ná!
Y
no me estoy refiriendo al noble oficio del panadero, no. Me refiero a
esos gimnasios o megagimnasios que pueblan cada vez más las ciudades
que conocemos.
El
culto al cuerpo, está tan de moda desde hace ya tanto tiempo, como
el culto a lo inculto.
Moldear
figuras para acabar siendo hermosas cajas vacías, se da con
frecuencia.
Pero
no generalicemos, no. También existen personas cuyo afán no se
centra en alisar barrigas ni formar vientres con forma de onzas de
chocolate.
Algunos
por prescripción médica, otros por ocupar espacios de tiempo en
ejercicios saludables o simplemente por aquello de que lo que es
bueno para el cuerpo debe ser bueno también para la mente, también
acuden a estos modernos espacios.
Yo
voy más bien de acompañante por no dejar sola a quien más necesita
por su condición o condiciones, de un lugar así para sobrellevar
mejor la enfermedad.
Las
normas, son muy sencillas. Ropa y sobre todo calzado deportivo y una
toalla, son obligatorios para quien atraviesa sus puertas.
Asomarse
a una sala de megagimnasio, es como abrir una ventana a un mundo
desconocido. Hombres y mujeres de todas las edades mínimas
exigibles, en movimiento.
Al
principio, asusta; quizás más que asustar, acompleja. Ver la
pericia de la gente a la hora de manejar cada una de las máquinas a
nuestra disposición y uno mismo no ser capaz de discurrir cómo
poner esa pierna, cómo estirar ese brazo, o para qué sirve esa
palanca, es ciertamente desconcertante.
Pero
nadie nació sabiendo y el paso de los días, da lugar con su
experiencia, a ver un mundo totalmente diferente.
De
entre todos los aparatos o máquinas disponibles, de momento, me
estoy haciendo amigo de aquellos cuyo sufrimiento me pueda resultar
llevadero.
Subir
a una bici y dar pedaladas aunque el viento no me azote la cara, no
lo llevo mal.
Andar
y correr sobre una cinta en movimiento, aunque aburrido, es pasable
si te atrincheras con una buena música que llevarte a los oídos.
Incluso
poco a poco, me voy haciendo amigo de un aparato que bien pudiera ser
un entrenamiento para una regata entre Oxford y Cambridge. Aunque en
mi caso y por edad, se asemejara más bien a las galeras de Ben-Hur.
Máquinas
para potenciar bíceps, tríceps y toda clase de “ceps”. De pie,
sentado, o ni pa ti ni pa mi…
Pero
existe un aparato que aún no he probado y dudo mucho llegue a
utilizar.
Yo
lo he bautizado como el aparato del “Cucu-Tras” aunque su nombre
técnico sea el de banco lumbar.
Imaginemos
por un momento, querido lector, que somos el Capitán de una Compañía
del Ejército perfectamente formada y alineada.
Nos
situamos lateralmente, observando la perfecta alineación de la
primera fila; nadie sobresale. Si acaso, alguna barriga más
prominente que otra. De repente, un individuo o individua, asoma como
si fuera uno de esos muñecos tentempiés con los que juegan los
bebés, moviéndose como ellos adelante y atrás. Ahora me ves, ahora
no me ves…
Ya
me ha ocurrido varias veces; bicis alineadas, aparatos alineados y de
repente, el Sr. Cachas que aparece y desaparece con sus brazos
musculosos y su cara de estreñido sin W.C. cercano.
Debo
apartar la mirada porque soy de esas personas que difícilmente
acierto a disimular mi estado anímico y tampoco es plan de mosquear
a nadie con esa carcajada interior que como fiera sin atar intentara
escapar.
Por
si alguien sigue sin tener muy claro de cómo es este aparato tan
así, adjunto el enlace a un vídeo explicativo de una guapa
deportista que afortunadamente no es nada parecida al musculoso Sr.
Cachas que habita mi pradera.
No
voy a extenderme más en otros aparatos de sube y baja, estira y
contrae, o álzame allí esos kilos.
Hasta
aquí esos minutos de sala de sudores y esfuerzos. A continuación
hablaré de una sala mucho más relajante y apetecible: El SPA.
¿Alguien
se ha preguntado alguna vez de dónde procede esa palabra? Yo sí,
hoy.
La
palabra spa significa 'balneario' y procede de la ciudad belga Spa,
en la provincia de Lieja, conocida por sus baños desde la época
romana y mencionada por Plinio el Viejo en su Naturalis Historia (c.
77-79 dC.).
Un
poco de culturilla siempre viene bien.
Pero
para llegar al Spa, siempre debemos pasar primero por el vestuario
para cambiarnos, calzarnos chanclas y bañador y un gorrito del que
hablaré dentro de unas líneas.
El
mundo del vestuario masculino, es un mundo aparte. Uno llega allí y
respira calores y olores diversos. Lo del olor para mí es metafórico
puesto que no los siento ni padezco a Dios gracias.
Hombres
jóvenes, otros como yo menos y luego está la subespecie de los
hombres “nota”.
Yo
les llamo así porque deben ser felices dando la nota; son hombres
que pululan por los pasillos de los vestuarios buscando no sé qué
para que el mundo se fije en sus no sé cómo.
Es
decir, que circulan completamente en pelotas presumiendo de lo que
tienen, aunque a mí e imagino que a unos cuantos nos llama más la
atención el cerebro del que carecen. Y ya si se juntan frente a
frente dos de estos hablando sin cigarro y los puros colgando, apaga
y vámonos.
Menos
mal que la estancia en ese vestuario es corta. El caso es que uno se
ciñe el bañador, se calza sus chanclas y gorrito en mano, accede a
la zona de piscina y spa.
Y
ahora, es cuando entra en acción el gorrito. El gorrito es una
prenda obligatoria y necesaria para no desperdigar pelos y lo que no
son pelos por los líquidos elementos.
Los
hay de muchos colores y de varios materiales. A mí me tocó en
suerte durante los primeros días uno de esos gorritos de goma que se
ajustan tan bien a la cabeza, que tienes la sensación de que tus
neuronas se acojonan por la presión. Pero lo verdaderamente
impresionante de estos gorros, viene cuando te miras al espejo.
Allí
no ves al Luismi normal, no. Allí ves con perdón, una cabeza-polla.
Ya sé que no es mi costumbre hablar así, pero es que no encuentro
un modo mejor de definir aquello.
En
fin, que una vez duchado antes de entrar, con el gorro, bañador,
chanclas y toalla, ya puedes acceder al famoso spa.
Es
un sitio agradable. Con sonidos de corriente de agua en la naturaleza
aunque lo más cercano a la misma allí, sean unas plantas de
plástico decorativas entre guijarros de muchos colores.
No
existe un recorrido predefinido a realizar. Uno es muy libre de
comenzar por la zona que prefiera y permanecer allí si se quiere
hasta que nos confundan con una uva pasa.
Debo
reconocer que el agua relaja; sus burbujas que muchas veces no sabes
ni de donde salen, ayudan a sentirte bien. La temperatura, ideal; ni
frío ni calor. No cuesta ningún trabajo introducirte en estas
minipiscinas en las que siempre se hace pie.
¿Quieres
chorros para manos y pies? Los tienes
¿Quieres
chorros directos al glúteo? También los tienes
Brazos,
piernas, costados, costillares… Para todo hay chorros específicos.
Están
las duchas. Unas duchas especiales, que si en casa las tuviéramos,
necesitaríamos asideros para que cuando abriéramos su grifo, no
acabáramos en el salón. ¡Que potencia de chorro!
Y
luego están los que yo llamo quitapenas porque mientras te están
dando, hacen que te olvides de todo lo demás. Tú te sitúas de pie
en un determinado punto y desde el fondo te vienen aguas con tal
potencia, que cuando yo me pongo allí, los huevos se me esconden
acojonaos y nunca mejor dicho.
Eso
sí; las piernas se te quedan como de chicle después de un vendaval
así.
Para
el final, suelo dejar esa otra pequeña porción de piscina que se
agradece porque la temperatura del agua es esa que sin saberla te
hace pensar: “qué calentito se está aquí”. Una gozada.
“Camas
calientes”. Pudiera parecer el título de una peli porno, pero nada
más alejado, aunque su título las defina perfectamente.
Camas,
son; anatómicas, también, aunque de la clase “anatómicas
forenses” porque son de piedra. La diferencia con otras camas,
reside en su temperatura. Tú te acuestas o más bien amoldas tu
cuerpo allí y te reciben temperaturas de 36 a 40 grados. Puedo
prometer y prometo que yo allí me echaría siestas después de tanto
baño.
La
sauna finlandesa, el baño turco, o la terma romana, no son de mi
especial predilección. Donde esté pasar calor al sol y beber de
botijo, que se quite todo eso.
Muy
aconsejable visitar uno de estos spa, aunque como yo, deba hacerlo
sin lentes con el riesgo de dirigirme a alguien pensando que es mi
señora y resultar ser la vecina del segundo con la que no me hablo
porque su estupidez lo impide.
Menos
mal que aún sin gafas, al menos distingo una mujer de uno de los
“notas”. Si no fuera así, no quiero pensar cual sería mi futuro
a mi regreso al vestuario.
Y
hasta aquí una descripción más o menos detallada de un lugar en el
que a modo de clínica dental entras, sufres y sales como nuevo.
Cuando me aparezca algún músculo, avisaré con tiempo.
Sigan
atentos a sus pantallas.
¡Uf! Pues, mira, los gimnasios no me gustan demasiado. Nunca he ido a ninguno porque no me llaman la atención, tal vez si los probara me aficionaría a ir, pero prefiero otro tipo de actividades en la naturaleza, al aire libre. Y con lo del Spa,eso si lo he probado y la verdad es que es muy relajante, no lo voy a negar y se pasa muy bien, pero tampoco soy de mucha agua, soy de secano, así que no me llaman mucho la atención. Lo que si me encanta son los masajes. Esos si, pasaría el día entero tumbada en la camilla dejándome masajear.
ResponderEliminarBueno pues me alegro que resultara bien esa escapadita al SPA
Un abrazo, Luismi.
Querido cabeza-polla....
ResponderEliminarNo me puedo creer semejante descripción !!!!
Este vocabulario no es propio de ti, serán las malas compañías a la hora de comerse un bocata de chorizo con un mini en las fiestas.
Pasma me dejaste...No pude parar de reír a carcajadas limpia y toda la chiquilleria del burguér king me miraba pensando en de que se reiria está vieja loca.
No hay otra cosa que más me gustara ahora mismo que compartir un ratito de ese gym que ha conseguido que la señora inspiración llegará de nuevo a tu casa.
Disfruta de las vistas , del calorcito y de los chorros que consiguen esconder partes de tu cuerpo.
Ja,ja,jáaaaaaaaa, cómo me he divertido y cuánta verdad he leído. Mira yo me he librado de una hernia discal por pinzamiento lumbar, desde que nació mi hija mayor. He tenido que hacer una tabla de ejercicios personalizados por mi médico y he nadado más que un delfín durante años. Llega un momento en que el desgaste del cuerpo por edad es más que natural y es sabido que hay genética de por medio, así que ahora solo camino a diario porque mis rodillas están fatal.
ResponderEliminarDe los gimnasios podría contarte muchas cosas, el reumatólogo me decía que hay mucho oligofrénico que desarrolla músculos creyendo que adelgaza, cuando no es cierto. El músculo se rodea de grasa, te lo juro, está comprobado. Muchos van para que les vean y otros ciertamente porque lo necesitan. Pero hay que tener cuidado y no pasarse, en la fibromialgia por ejemplo, supongo que ya lo sabréis.
Y en cuanto al spa, solo he ido una vez, la paliza que nos llevamos fue de órdago, pero eso sí, cuando llegas a la sala de relax, te quedas como nuevo. No he repetido, ni creo que lo haga. Solo mantendré mis 36 largos de piscina, que de verdad, es lo único que me ha servido y sirve para algo.
Las clínicas de rehabilitación están llenas de accidentes de los gimnasios, por no saber anatomía ni tener una persona especializada que te guíe.
En definitiva, diviértete pero sin esfuerzo. No te mortifiques. Ella en cambio es punto y aparte. Cuídala.
Un abrazo, Luismi.
Gracias Rita. Te puedo asegurar que yo también soy de secano. Ni siquiera sé nadar, pero debo reconocer que no se está mal allí, no.
ResponderEliminarLo de los masajes nunca lo he probado; algún día quizás.
Un abrazo
Querida Lady Writer:
ResponderEliminarTodos escondemos siempre algo; aunque sea el lenguaje de la calle impropio en mí a la hora de escribir, aunque no a la hora de hablar que si me pongo... también puedo ser como la choni del barrio jejeje.
Espero que algún día te apuntes y puedas compartir con nosotros alguno de estos aparatos y chorros salvajes. Lo pasarías bien, seguro.
Besos gimnásticos
Querida Remedios:
ResponderEliminarYo la grasa ya la llevo de serie, así que el músculo no hace falta que se rodee de la misma jejeje. Puedes estar tranquila, que no nos pasamos. Lo hacemos con suavidad y sobre todo para despejar un poco de cuerpo y mente que falta le hace sobre todo a mi "amiga de siempre". Intentaré cuidarla siempre que se deje jejeje.
Un abrazo fuerte querida amiga