De vez en cuando

        De vez en cuando mi vida me sonríe o me sienta a meditar; a pensar en lo que pudo haber sido y en lo que gracias a Dios, es. Me hace guardar silencios hablando a borbotones o a gritar sin abrir la boca.

Me hizo escapar de mí mismo para buscar estrellas en otros firmamentos. A buscar palabras más allá de las puertas que siempre me acogieron a la sombra de un buen café. Y sí, encontré lo que contar y aquello por escribir; pero faltó un aroma al calor de unas luces de neón que cobijaron tantas noches de desvelo y tantos días por vivir.

Eché cerrojo, pero guardé la llave. Me atrincheré en recuerdos sin echar la vista atrás y donde se pintó un adiós, asomó un hasta luego.

Han bastado diez días lejos de todo y más cerca que nunca de lo que más me importa, para darme cuenta que la tradición que deseché, la costumbre de la que hui, se sentó a esperarme a sabiendas de que esas llaves que cerraron diez años, más tarde o más temprano, regresarían para limpiar las telarañas de unas mesas, una barra y unas sillas por las que pasaron mil ideas, cientos de vivencias y algún amigo que quiso escuchar lo que ese tipo al otro lado de una copa le quiso contar.

Cuando los bares tiemblan otra vez ante enemigos invisibles y gobiernos que no piensan, regreso a donde me pertenezco. Al lugar de un encuentro muchas veces con personas tan complejas como uno mismo. A ese Café del Swing que con sus cañerías viejas, sus paredes descorchadas o sus luces a media luz, siempre será el cobijo de quien de espaldas a un cada vez más insano mundo, sepa y quiera ver lo que cualquier brisa de viento fresco le despeine las ideas.

    Traigo un puñaíto de estrellas que recogí en estos meses y que también forman parte de la historia de un barman al que de vez en cuando y como a Serrat la vida también le acompaña a tomar café”.