sábado, 4 de mayo de 2019

Inspecciones temerarias



Cuando recibimos una carta, un mensaje o un recordatorio del móvil en el que aparecen las siglas I.T.V., una especie de corriente eléctrica con carga negativa recorre nuestra espina dorsal, cerebelo o bulbo raquídeo.

Pensar en llevar el vehículo a un lugar en el que buscarle defectos o anomalías que pongan en peligro la seguridad del mundo y encima abonando una cantidad de dinero en algunos casos ciertamente notable, no es plato de buen gusto imagino que para nadie.

Hace escasos días que mi coche y yo nos fuimos a pasear hacia uno de esos lugares de rótulos enormes con color azul. Había pasado un año desde la última pegatina que con el número 19 pegué en su parabrisas.

Comprobé lo típico; sus luces delanteras, traseras y laterales; las de con niebla y sin ella; las de frenado o posición. Todas. Lo demás, lo encomendé quizás a Dios, quizás al operario simpático que esperaba me tocara en turno.

Mientras aguardaba en una larga cola que acababa en los túneles de la inspección, comencé a divagar como no hacía desde hace ya algunas semanas.

¿Y si esa inspección fuera obligatoria para esa otra carrocería con motor interno y piezas perfectas llamada cuerpo humano?

Nadie te obliga, pero todos aconsejan cada cierto tiempo comprobar los engranajes internos que todos tenemos.

Comprobar niveles (de colesterol, azúcar, transaminasas…)

Medir presiones (arteriales, oculares, sensoriales…)

Intensidad de ojos, lentes o lentillas para un correcto funcionamiento del conjunto visual, incluidas las intermitencias de pestañas y párpados…

Revisar amortiguaciones que necesitaran lubricaciones de jornadas con chasquidos de huesos…

Niveles de expulsión de gases nocivos para el clima y sus alrededores...

Eso, creo que lo llevaría mal porque sólo de pensar que al igual que a mi coche deben introducirme por mi tubo de escape una varilla de medición… me pone los pelos como escarpias de cuadros grandes.

Y por último que ese operario u operaria, aunque estas últimas son escasas, me indicara que me adelantara y me situara bien porque debe bajar a un foso para revisar mis bajos y menear mi cuerpo hasta límites de 4,7 en la escala de Richter...   

Hasta ahí puedo escribir. Feliz día

2 comentarios:

  1. ¡Uf, yo también tiemblo cuando me toca pasar la ITV.Cuando los coches son viejos me parece bien, pero cuando tienen solo unos pocos años, creo que son ganas de sacar el dinero.
    En cuanto a la otra ITV, me parece fenomenal que se facilitasen los medios técnicos y humanos para que nos lo hicieran a todos cada año, sin tener que ir por separado a cada especialista.
    Un abrazo.

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  2. Gracias Rita por tu comentario y perdón por tardar tanto en publicarlo.

    Un abrazo

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