Cuando el sonido de la guerra
copa todas las televisiones, radios, prensa escrita y conciencias, me asomo a
mí mismo para resetearme y trucar el contador para dejarlo a cero.
Con voluntad de seguir siendo el
mismo, pero no igual, es hora de abandonar malsanos vicios con visibilidad nula
por humos blancos que me ensucian los pulmones bajo la excusa de calmar
nervios.
Tan falsa es esa creencia como
aquella que dice que los políticos hacen las cosas que hacen por nuestro bien.
¿El nuestro? ¿O el de quién?
¡Que tire la primera piedra el
político que nació con verdadero sentido de servicio a los demás! Pero cuidado
a la hora de tirarla, porque puede que lo haga hacia lo alto y le golpee de
pleno.
Después de meses desde mi última
visita al Café, me doy cuenta que la sociedad está (estamos) narcotizados.
Quiero pensar que es eso, porque de lo contrario, pensaría que estamos
agilipollados, asilvestrados, inculturizados o simplemente, que somos idiotas
sin más.
Todas nos las dan con queso;
pero lo peor de todo, es que son quesos envenenados que tarde o temprano nos
irán minando salud, bolsillos y voluntades.
Algo debe ocurrir cuando sin
poder pagar casi facturas de luces, gases u otras yerbas, la sociedad española
no sale a tomar las calles como antaño y prefiere salir a tomar sus copas
mientras una familia llora frente a la mesa de una distribuidora eléctrica que
enjugará sus lágrimas con la fría realidad de una factura que no podrá pagar.
Pero pareciera que hoy todo está
permitido; que nos den por donde sea y nos quiten lo que quieran. Mientras haya
fútbol, Telecincos y oficialmente ahora seamos
Supermegapluschiripitiprogreflaúticos, a callar, que chispea.
Y si hablamos de que la mayor
parte de la bancada política se ocupa de los que okupan para protegerlos,
arrullarlos y llenarlos de derechos antes que a un matrimonio de ancianos a los
que han dejado literalmente en la calle, o aquella otra anciana que incluso
tiene que convivir con quien decidió apropiarse de lo suyo, sólo puede estar
ocurriendo en un país como la España actual.
Y tantas y tantas cosas vividas
de dos años para acá y lo que nos espera, que no es poco ni fácil.
Que me tachen de lo que quieran
y si así me adjetivan, sólo pido que aprovechen la ocasión y realmente me
tachen incluso de sus pensamientos.
Porque quien calla, en mí, no
otorga. Y será lo que Dios quiera o lo que ni Dios quiera, pero en mí, no
encontrarán aliado entre tanto desatino como el creado en esta España que a
pesar de todo, sigue siendo mi tierra.
Pongo el contador a cero, con la
única intención de contar y seguir contando lo que mi mente barrunta y mi
libertad me autoriza.
Lo demás, está de más.
Sobre las mayoría de las televisiones de nuestro país he reflexionado en varias ocasiones, pero como son en abierto gracias a los miles de anuncios, es lo que hay.
ResponderEliminarEn este mundo cibernético lo único que nos queda por el momento es opinar libremente sobre lo que creemos acertado.
Otros están peor que nosotros, les tienen comido el tarro y encima les prohíben opinar libremente.
Un abrazo.
Desgraciadamente, creo que vamos en ese sentido. Un abrazo Matías
ResponderEliminarPues sí señor, tiene usted mucha razón como siempre. Cuántos palos llevamos y aquí nadie se queja, estamos acojonados y somos gilipollas.
ResponderEliminarUn reumatólogo amigo decía que en este país de cada diez personas nueve embisten y solo una piensa.
Y ya ves, es lo que hay.
Un abrazo chico de la mochila. He visto el café abierto y me alegra.
Esperemos querida amiga que los que embisten y los que piensan se vayan igualando. Me alegra siempre tu visita. Espero y deseo que te encuentres bien. Un fuerte abrazo
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