Toda muerte,
es triste, aunque para muchos como yo, no es sino el comienzo de algo
infinitamente mejor.
Hoy tenía
que acompañar al amigo, al compañero, al jefe. Tres definiciones en una misma
persona, pero que ordenadas alfabéticamente, me mueven en ese orden a escribir
esto.
Duros
momentos para alguien que pierde a una madre. Momentos duros por los que todos sin
excepción hemos pasado o pasaremos algún día.
Curiosamente,
una ley de vida que se da con la muerte y cuyo suceso natural debería ser
siempre éste y no al revés como desgraciadamente también ocurre.
Son momentos
en los que se hace necesario un apoyo moral hacia aquellos que por su cercanía
lo padecen más intensamente.
Como jefe, mi
respeto; como compañero, mi ayuda y como amigo, mi ofrecimiento sincero de
compartir también uno de esos tragos amargos que no se toman en la barra de un
bar.
Mi
admiración por tu entereza tras esas lágrimas. Porque llorar es expresar
sentimientos, rememorar vidas, exteriorizar un dolor.
Un dolor que
con el tiempo, dará paso a mil recuerdos. Se amontonarán esas fotos de una vida
y acabarás dibujando una sonrisa por todo lo que fue y siempre permanecerá muy
dentro de tí.
Y no te extrañe,
querido amigo, que ese dolor lo quieran compartir incluso aquellos que vinieron
expresamente desde la lejanía, porque el ser buena gente como tú, es lo que
tiene.
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