Seguir un rumbo correcto, debería ser la premisa de todo buen
navegante.
Nunca desplegué una vela, ni sujeté un remo, ni tracé jamás
una carta de navegación.
Pero hoy en día, ¿no somos todos en mayor o menor medida
navegantes?. Navegamos por internet, navegamos en un mar de dudas, navegamos
entre inquietudes, envidias, delirios de grandeza y también de bajezas.
Esa navegación, viene acompañada de sus marejadas, grandes
marejadas e incluso puede llegar a alcanzar el nivel de maremoto destructor. Grandes son las olas de incomprensiones, engaños,
frustraciones, palabras huecas y un sinfín de corrientes marinas que pueden
hacernos zozobrar.
Ante esto, un chaleco salvavidas se hace obligatorio e indispensable.
Muchos eran los modelos a elegir y me decanté por uno fabricado
con revestimientos extraídos de unos valores que siempre mis padres me
inculcaron.
Capas y capas de honradez, humildad, sinceridad, esfuerzo,
paciencia, cultura, humor, ilusión y fe, hacen de este chaleco, mi chaleco, la mejor
arma con la que intento luchar ante un mar convulso y excesivamente
embravecido.
Quizás, esa protección no me salve de caer algún día por la
borda, pero sueño, rezo y confío en sentir siempre esa mano amiga que me ayude a salir a flote.
Asegurarse ante la vida es una prioridad... comparto tu chaleco y si es necesario te lo cederé encantada en caso de hundimiento :)
ResponderEliminarSiempre saldrás a flote por más difi´cil que a veces parezca lo que nos toca vivir.
ResponderEliminarCon los valores que te han enseñado, no corres riesgo de hundirte jamás ;)
Besos
Gracias María. En caso de hundimiento, yo soy el que se va al fondo como en Titanic. Los jóvenes tenéis que volar, más que navegar.
ResponderEliminarBesos.
Espero que se cumplan tus palabras querida Respi. Normalmente, en las películas suelen ganar los "buenos". Intentaré serlo para que así sea.
ResponderEliminarBesotes.