El teléfono en casa, siempre es el mismo. Las llamadas, suenan siempre igual.
Pero una llamada es especial, cuando es especial la persona que nos habla desde el otro lado del hilo telefónico.
Hace dos días, me tocó vivir por teléfono quizás la conversación más dura, entrañable, humana, e instructiva de toda mi vida.
Descolgué el teléfono y escuché una voz conocida, una voz amiga, una voz de mujer, una voz de alguien muy especial para mí.
Ya hablé en cierta ocasión de ella. Y hablaría y hablaría en una larga charla, de lo que ha significado, significa y significará siempre esa mujer para mí.
Porque hay amigos de copas. Hay amigos de la niñez. Y hay otra clase de amigos, de esos que sin apenas verse, se sonríen y abrazan con sinceridad en cada encuentro.
Hacía ya tiempo que no podía contactar con ella y ambos sabíamos perfectamente el porqué.
Esa maldita enfermedad que la persigue desde hace años, le provoca ausencias obligadas.
Siempre me alegra una llamada suya, pero ésta, me dejó en el aire un sabor con tintes de despedida.
Escuchándola, la noté cansada, que no derrotada.
La sentí triste, que no entristecida.
Quizás nostálgica, sin esa fuerza que siempre sacaba de lo más hondo para mostrar al mundo que doña muerte no te vence, si no te dejas vencer.
Pero ahora, la noto por primera vez, diferente.
Escuchándola, presiento a una persona resignada. A una persona que asume perfectamente la cruda realidad y su futuro más inmediato. A una persona sin miedos, pero sí con un cierto temor.
Todos sabemos, que en este combate la lucha es desigual. La fuerza del contrincante es tan grande, que el resultado es previsible.
Pero este combate, mi amiga nunca lo puede perder por K.O. Lo perderá a los puntos y sin unanimidad de los jueces.
Porque hace unas pocas horas, hablando conmigo, bromeaba con su futuro.
Lo hacía pidiendo a sus amigos y a la gente que la quiere, que su despedida no sea triste.
Pidiéndonos unas uñas de color rojo intenso.
Pidiendo un soleado día.
Animándonos a tomar una cerveza con la que brindar por ella aunque no nos pueda acompañar.
Sin lágrimas, ni tristezas.
Pues bien, amiga mía, un soleado día no te lo puedo prometer.
Esas uñas rojas, no te faltarán.
Esa cerveza, llevará tu nombre cada vez que los amigos brindemos por el futuro.
Y si despidiéndote me inundara la tristeza y las lágrimas rompieran mis diques de contención, lo haré con dignidad y con orgullo. Porque los amigos y sus sentimientos, no saben vivir en las sombras.
La batalla es dura pero la entereza con la que lo lleva hará que nunca sea una derrota lo que suceda, sino más bien un punto y a parte de una vida alegre con sus uñas rojas que continuará sin sufrimientos allí donde podrá ver las cervezas que se tomen a su salud.
ResponderEliminarLuismi, preciosas palabras, tan sinceras que traspasan la pantalla de quienes las leemos.
ResponderEliminarTu amiga puede estar segura de que cuenta con lo mejor que se puede tener y es el amor de los que la rodean, al menos tu lo has demostrado.
Me encantó sobre todo la última frase.
Me pareces un maestro en el arte de la amistad.
Un abrazo grande.
No sólo las verá María, sino que estará en cada brindis y en cada risa de los que la queremos y apreciamos.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias Asun. No me puedo considerar maestro en nada, pero sí me gusta ser aprendiz de casi todo. Esta amistad, es fácil de llevar, porque fácil la ha hecho siempre esta mujer con su humor, su bondad y sus ganas de vivir. Agradezco enormemente tus palabras.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Es duro aceptar cualquier partida, pero en la última, la que te lleva definitívamente a la meta, se necesita tener ayuda y una fuerza tremenda para sobrellevarlo con dignidad. Tus palabras son un síndrome de verdadera amistad, de esos que casi ya no existen. Si puede leerte estará orgullosa de ti y de cómo la aprecias.
ResponderEliminarNo olvides dar a sus uñas el rojo carmesí, es el color que tiene el corazón.
Un abrazo Luismi.
Querida amiga, no sé si podrá leerme o no. Casi espero que no, aunque practicamente todo lo que aquí escribo, ya se lo dije por teléfono. Esas uñas, seguro que tendrán un rojo intenso, muy intenso.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Es muy bello el sentimiento que desprende tu escrito. Al igual que la fuerza que irradia la personalidad de tu amiga.
ResponderEliminarLástima que el final de la historia venga de la mano de la enfermedad.
Un abrazo,
Pues sí Jorge. Lástima que esa enfermedad acabe con muchas esperanzas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me has emocionado Luismi con esta entrada, siento que tu amiga no tenga el presente y el futuro que merece.
ResponderEliminarQuiérala mucho y por mi tiene mi sencilla oración.
Con ternura te dejo un beso
Sor.Cecilia
Pues creo amiga, que quizás el presente no sea el mejor que merece, pero creo que el futuro que le espera es el mejor, porque es el que debe esperarle a la buena gente como ella. Para eso, la acompañamos todos también con nuestras oraciones.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Querido Luismi, cuanto siento que pases por este momento.....yo , una vez, tuve un gran amigo .
ResponderEliminarJuanjo sigue en mi corazon, aguante sin llorar hasta que se marcho. Ese dia llore todo y desde entonces, cada vez que pienso en el no puedo parar de sonreir .Se que seguro estara ligando con algun angel.
Es duro Yolanda sí. Pero también las enseñanzas que nos dan estas personas son la mejor clase magistral que se nos puede dar. No sé cómo reaccionaré llegado el momento. Supongo que mal. Pero como los humanos somos tan imprevisibles, no lo sé. Espero saberlo lo más tarde posible. Gracias por compartir esa gran amistad. Ya charlaremos sobre este tema.
ResponderEliminarBesos
¿Como sigue tu amiga?
ResponderEliminarUn beso
Sor.Cecilia
Pues hace unos días que no consigo hablar con ella; gracias por interesarte amiga.
ResponderEliminarUn beso