lunes, 3 de junio de 2013

El chico de la gorrilla

Imagen Internet
Sábado en un hermoso Madrid lleno de sol. Día claro pero de frías sombras que invitan a cobijarse en una fina chaqueta.

Visitar el Parque del Retiro, siempre es un placer para mí. No soy un habitual de sus calles, de sus fuentes, su lago ni sus flores, pero quizás por mis tardías visitas, lo disfruto más.

Cualquier excusa es válida para respirar sus olores y degustar sus colores.

Para otros, no será así, pero para mí, el más hermoso de los parques.

Es el día perfecto para acudir a la Feria del Libro que todos los años hace las delicias de aquellos que de una u otra forma sienten algún interés por lo que alguien pensó y plasmó en unas hojas de papel.

Si además añadimos que muchos de esos “alguien” firman in situ sus obras, se entenderá el gentío que transita entre caseta y caseta.

No se requiere experiencia como escritor. Cualquier torero, cocinero o personaje conocido por aparecer en la caja tonta, puede provocar unas colas de impresión, detrás de las cuales (como en el chiste), no estará un servidor.

Cuando uno se ve inmerso en una vorágine de gente que viene y va, sin espacio casi ni para respirar, lo mejor es detenerse y dejar que pase la marea.

Pero detenerse, también significa que por tu lado pasen toda clase de personajes, porque toda persona siempre esconde un personaje.

Aquel chico de la Cruz Roja, que no consiguió venderme un boleto para un sorteo especial sino que al final, me vendió dos y si se lo hubiera propuesto, me hubiera vendido incluso a su madre, bajo las risas de mi santa mujer, que de santa en esos momentos, no tuvo ni un pelo.

Ese hombre que bajo una especie de sombrero de copa con lentes incorporadas, llevaba una larga melena canosa y que parecía un remake de Paco Umbral.

Ese otro con genuina imagen de intelectual, pero que abriendo la boca resultó salir de las cuevas de Altamira recién pintadas.

Ese poeta de verdad, ese amigo, que detrás de su obra en la caseta 294 disfrutaba leyendo lo que otros escribieron.

Esa Mari Carmen que era igual que en la tele con sus muñecos, pero esta vez sin ellos.

O ese otro tipo que furtivamente giró sus ojos y hasta las patillas de las gafas para contemplar a dos monumentos subidos en largos tacones y que más tarde jugó con su mujer a jóvenes enamorados sentados en cualquier banco a la sombra de un árbol (autobiográfico).

Y entre todos ellos, un personaje sacado como de otra época.

Un chaval de gorrilla, de largos calcetines y tirantes que con simpatía, desparpajo y cara de travieso regalaba entre gritos de atención, lo que no era más que una campaña publicitaria de un libro mediante un simulacro de periódico antiguo.

Ahí quizás se paró mi reloj y comencé a ver el parque en blanco y negro.

Con señoras de largas faldas protegiéndose con sombrillas del sol justiciero y acompañadas de largos bigotes con un señor detrás.

Fueron muy pocos segundos, pero me trasladé a otro Madrid; al Madrid de las corralas; al Madrid con aguas, azucarillos y hasta aguardientes; a un Madrid no sé si mejor, pero sí muy diferente; al Madrid del chico de la gorrilla.






6 comentarios:

  1. Que descripcion mas bonita.
    Para mi el parque del retiro huele a adolescencia, era donde nos veniamos las amigas cada vez que decidiamos escaparnos de Getafe sin permiso.
    Y es donde primero fuimos Paco y yo
    Es donde mi hijo se hizo su primera foto de enamorado con su churri.
    Eso , me huele a adolescencia.

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  2. Entonces debes tenerle un cariño muy especial. Yo no tengo recuerdos que me hayan marcado tanto, pero cada vez que ahora lo visitamos, lo disfruto más y me fijo más en detalles que hasta ahora habían pasado inadvertidos. Será la edad, o que realmente estoy en un plan poemático que no me aguanto, jeje.




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  3. Es verdad, cuando tardas en visitar un lugar, te fijas en los detalles que suelen pasar desapercibidos al hacerlo con asiduidad. Curiosa descripción del Retiro madrileño la que nos traes. Yo tampoco lo piso y de verdad que es por dejadez, porque es precioso y encima para más delito lo tengo muy cerca. Madrid ya no es lo que era, Luismi, el entorno no es el mismo y hace que muchos como yo añoremos aquel Madrid de los años setenta, cuando llegamos para estudiar y el metro costaba dos pesetas.
    Pese a todo, ya sabes, "de Madrid al cielo".

    Un abrazo.

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  4. Pues amiga, tendremos que buscarle el encanto que a lo mejor se perdió hace mucho. Y además, teniéndolo cerca, poco perdón tienes, jejeje. Esperemos que el tiempo acompañe de una vez y podamos visitarlo más a menudo. Y de Madrid y el Retiro, al cielo.

    Un abrazo

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  5. Que bonita descripción de nuestro Retiro y nuestra feria del libro. Y la música de fondo inigualable.
    Disfruto mucho todos los años la feria, me hago fotos con todos los firmantes, y a veces me llevo la sorpresa de que los conozco, incluso fui al cole con alguno... cosas de la vida.
    En fin un acontecimiento imprescindible.
    Te felicito por describirla tan bien.
    Un abrazo.

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  6. Muchas gracias Asun. Es algo de lo que podemos presumir en Madrid. No tendremos mar, pero tenemos mucho encanto.

    Un abrazo.

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Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...