martes, 23 de julio de 2013

Puzzle

Siempre me han atraído los puzzles. El llegar a formar bellas imágenes partiendo de cientos o incluso miles de piezas que debemos hacer encajar en un lugar único sin un mínimo resquicio al error, es una empresa difícil y a la vez atrayente.

Grandes dosis de paciencia, habilidad, perspicacia, tiempo e incluso cariño, deben conjugarse si se quiere llegar a buen puerto ante este reto.

Todas esas piezas del puzzle tienen su valor. Quizás las más fáciles de colocar y menos valoradas, sean siempre las exteriores.

Por el contrario, conforme nos adentramos en él, la complejidad, hermosura y satisfacción por los logros en su formación, se desarrollan a la par que el trabajo requerido para ello.

Nunca podemos dejar escapar una pieza central. El descuido, la pérdida casual o forzada o la falta de atención, pueden provocar el caos y el desastre irreparable después de tanto esfuerzo.

No se concibe un puzzle sin todas sus piezas centrales, porque la imagen se vería incompleta o deformada.

Por el contrario, esa pieza central se sentiría huérfana si alrededor suyo sólo encuentra el silencio en la soledad.

Dentro del mundo de los puzzles, quizás el más complejo de realizar es el que forma la unidad familiar en cualquier hogar.

Hacer que todas las piezas encajen y formen una piña, es harto difícil por la disparidad de caracteres, pensamientos, expectativas y avatares diarios.

Nadie dijo que fuera fácil formar esa imagen. Al contrario, es dificilísima. Pero precisamente en su complejidad, reside todo el orgullo, felicidad y satisfacción por su realización.

Las piezas son diminutas y se cuentan por miles. El mosaico de colores, situaciones y vivencias, son complejas de encajar. Cada pieza tiene su propia idiosincrasia y momento; pero también cada pieza tiene su afinidad para con el resto.

Grandes vientos pueden hacerlas volar. Discusiones, malentendidos, silencios, falta de comunicación, agentes externos, cambio radical en los comportamientos, son algunos de los peligros que siempre acechan detrás de cada desastre.

Puede que algunas de esas piezas en un momento puntual, lleguen a deteriorarse o incluso despegarse. Es el momento entonces de aplicar una capa de comprensión, un sellado con un beso o una mano de amistad.

Todos en cierto modo, creo que formamos un puzzle. Pero no creo que exista en el mundo uno mayor y mejor que el formado por unos padres con sus hijos, porque hay sentimientos que más allá del amor, corren por nuestra sangre.

De nosotros depende que acabe siendo una maravillosa imagen que podamos colgar siempre en la pared de lo mejor de nuestras vidas o una imagen de lo que pudo ser y al final no fue.






2 comentarios:

  1. Tienes muchas razón Luismi,la vida es un enorme puzzle repleto de fichas que somos nosotros. Encajar bien a lo largo del tiempo tales fichas puede llegar a mostrarnos la imagen que siempre deseamos obtener.
    Un abrazo.

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  2. Así es Jorge. Pero muchas veces creo que la formación de esos puzzles la hacemos demasiado complicada. En fin; es la vida.

    Un abrazo.

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Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...