lunes, 7 de octubre de 2013

Marchó feliz

Como un bicho raro, casi antediluviano me sentí el pasado viernes acompañando a mi hija menor hasta la entrada al Palacio de los Deportes para que asistiera con una amiga que tuvo a bien invitarla al concierto de nombre tan rimbombante como el de Coca Cola Music Experience.

La Coca Cola, la conocemos todos; la Music, también; pero la Experience, esa tarde-noche, fue sólo mía.

Digo lo de antediluviano, porque con mi canosa barba y mis años a cuestas, mirara por donde mirara, me vi rodeado de rabiosa juventud; de chiquillería fanática por ver a varios de sus ídolos en carne y hueso subidos a un gran escenario.

Nombres como “The Wanted”, “Auryn”, “Abraham Mateo”, “Xuso Jones”, prácticamente me sonaban tan a chino, como el idem de la tienda a dos pasos de mi casa.

Debo reconocer, que mi amor por la música aún no me ha llevado a poder apreciar la teórica calidad de estos artistas. Siendo sincero, pienso que son claros ejemplos de esos productos comerciales que las compañías de discos se sacan de la manga aprovechando la indefinición de los gustos musicales de la juventud actual y que mediante campañas publicitarias de gran calibre, calan hondo entre todos los jóvenes del mundo.

Pero aún así, en lugar de aprovechar esas horas de espera para pasear por las calles de Madrid, tomar unas cervezas o visitar algún Centro Comercial cercano, quise acercarme a la zona de entrada del backstage, a sabiendas que uno de los artistas invitados y “secretos” era Pablo Alborán.

No, no penséis que conseguí fotografiarme con él ni nada por el estilo. De hecho, interpretó tres canciones y haciendo mutis por el foro, se marchó como alma que lleva el diablo, camino de Sevilla.

En esa zona, la entrada y salida de gente, es constante. Fumadores que aprovechan la ocasión para practicar su afición; técnicos y personal de seguridad; montadores y desmontadores de escenarios y un largo etcétera, incluida “mucha niña mona, pero ninguna sola”.

En un momento dado, me fijé que entre esta gente, se encontraba un chaval muy joven, con gorrilla y cazadora que parecía atraer la atención de gran parte de los allí reunidos.

Su cara me sonaba, pero no la asocié con ningún nombre, hasta que una joven muy joven, acompañada por su padre, al verlo, casi se desmaya pronunciando entre dientes y temblores un nombre: “Abraham”.

Al escuchar ese nombre, caí en la cuenta que se trataba de Abraham Mateo, por el que suspiran miles y miles de jóvenes de este país.

Me sorprendió primero, la reacción de esta niña, porque apenas conseguía articular palabra; pero aún más perplejo me dejó este artista cuando al percatarse de la reacción de ella, abandonó la conversación que mantenía con un adulto, para acercarse, coger sus manos y darle un gran abrazo, ante la mirada sonriente de su padre.

Ver los ojos de ella clavados en él, unas lágrimas recorrer sus mejillas y una sonrisa de felicidad como pocas veces he visto, puso en modo ternura al Luismi que hasta ese momento, sólo era un mero y cansado transeúnte y espectador casual.

Mil cosas se dijeron, mil veces se abrazaron, mil veces unieron sus manos. Dejaron de ser artista y fan, fan y artista, para convertirse en viejos amigos quinceañeros que tenían muchas cosas que contarse.

Veinte minutos que parecieron segundos inmortalizados en decenas de fotografías que con cara de orgullo su padre realizó con un viejo móvil.

Quizás no vuelvan a verse; quizás nadie se percató del momento; quizás todo sea artificial o ficticio, pero yo sé con seguridad y por experiencia, que esa noche, una niña marchó feliz.



10 comentarios:

  1. Que tierno mi chico......es que eres un sentimental y un padrazo.

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  2. Se fue feliz esa noche y me atrevería a decir que muchas más con el simple recuerdo del momento.
    Y es que, se trate del famoso en cuestión (que tampoco sé quién es) o de un anónimo cualquiera, no solemos pensar que el (re)encuentro o la simple presencia de alquien que para nosotros lo es (casi) todo y para esa persona no somos (casi) nadie, puede ser crucial en un momento determinado.

    Maldito otoño.

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  3. Querida Mercedes: me halagan tus palabras aunque también puedo ser una mala bestia jejeje.

    Un solo beso, no vaya a ser que te envicies.

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  4. Mi querida amiga Mónica, creo que el destino nos lleva por un camino en el que muchas veces, es mejor recorrerlo sin compañía y tener tiempo para recapacitar. Que la persona que más vale al fin y al cabo, sigue siendo uno mismo. Te ofrezco un café y un largo abrazo aunque estemos en un maldito otoño. Por estos barrios estoy siempre para los amigos.

    Un besote.

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  5. Bueno mi querido Luismi, te metiste en el mundo de nuestros jóvenes que no es muy distinto de los que fueron los míos- tengo 62 años y en mi juventud, cuando empezó Juan Manel Serrat, yo le acariciaba su pelo, años más tarde se convirtió en uno de mis mejores amigos, no como una fan de su música, sino por sus mensajes.
    Me alegro que al final, sacarás un buen provecho de acompañar a tu hija.
    Mi blog Luismi cumple su 4º aniversario y espero tenerte a mi lado, aunque tus visitas son contadas. Hoy te espero.
    Con ternura
    Sor.Cecilia

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  6. Sí que entro en tu blog más de lo que piensas. Pero debo reconocer que no hago tantos comentarios como debiera. Las prisas nunca son buenas y eso me pasa últimamente. De todos modos, muchas felicidades por esos cuatro años de vida blogera.

    Un fuerte abrazo.

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  7. Así que te tocó hacer de acompañante y te sentiste un poco fuera de lugar, que no "viejo"¡ Ay Luismi! me recuerdas al día que llevé a mi hija pequeña y a una amiga al concierto de hace años de los Backstreet boys, fue algo inolvidable porque las perdí de vista a las dos y gracias al móvil aparecieron a las dos horas. Prometí no pasar más por conciertos.
    Me imagino a esa niña y a ese padre, los dos tan felices.

    Un abrazo.

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  8. A los Backstreet Boys, no me hubiera importado verlos yo. Algún disco de ellos tengo por casa y no me disgustan en absoluto. La verdad es que sí que lo pasamos mejor de lo que yo esperaba. Unos por una razón y yo por otras.

    Un fuerte abrazo.

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  9. Más que feliz diría yo y te cuento. Yo ya estoy en los cincuenta y algunos. Pues ayer mismo fui a un concierto donde actuaba mi ídolo de la juventud y tuve la suerte de cruzarnos en la calle cuando ambos íbamos al concierto él para actuar y yo de espectadora. Nos miramos durante un segundo, yo fui incapaz de decirle nada debido a la emoción que tuve. No quiero ni pensar lo que sentiría si él me llega a hablar, jeje
    Bicos.

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  10. Me recuerda mucho esto que cuentas, al relato de una fan de Springsteen, que en el documental Springsteen & I comentaba: "Soy amiga de Bruce Springsteen desde hace 25 años, pero él no lo sabe...".

    Es curioso como llegado el momento y la oportunidad, no somos capaces de decirle algo a la persona que siempre hemos admirado.

    Yo a pesar de haber sido siempre un tímido total, sin embargo para estas cosas, nunca me he sentido cortado a la hora de saludar a uno de estos personajes.

    Me ha gustado mucho esa experiencia. Gracias.

    Besos.

    P.D. ¿Puedo saber quién es tu ídolo?

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Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...