lunes, 18 de noviembre de 2013

Paredes blancas


Tras una esquina un niño observa con curiosidad y cierta astucia, como una pared desnuda se cubre poco a poco de un blanco impoluto, gracias a las hábiles manos de gentes que a golpe de brocha y guisopo impregnan el ambiente con olor a cal.

No necesita verlo, pues sus papilas olfativas nunca le engañan. Ese olor a fresco, mezclado con un dulzor en el paladar, provocan en él un estado de agitación más propio de un animal cuadrúpedo que de un proyecto de hombre en constante crecimiento.

Sabe a la perfección que esa pared quedará a su merced en algún momento, sin más defensa que los rayos del sol que secarán su cuarteado rostro.

Procurará siempre no ser visto ni oído y acercarse con el mayor de los sigilos a su presa para atacarla de frente y sin contemplaciones.

Cuando esas gentes abandonan la tarea y el sol cumple su función, nuestro niño sale de las sombras y en cuatro rápidos y certeros pasos, se sitúa frente a ella y en un imaginario abrazo, comienza a llenarla de besos y lametones cual novio enamorado.

Recorre su superficie con rapidez, dejando en ella las marcas de su osadía en forma de gráfica de cualquier alterado electrocardiograma, pues el temor a ser descubierto y ser encerrado a "cal y canto"  es mayor que su ansia por calmar adicciones.

Y marcha de allí con el ánimo subido, una blanca lengua y una pícara sonrisa, dejando atrás una pared con la firma o graffiti de un niño que hasta varias décadas después, no sabría nunca el motivo de su atracción por aquellas paredes blancas.

                                                                                                                   

“Dedicado a todas las personas que como ese “niño” que hoy os escribe, no sabían que lo que padecían no era una locura transitoria, sino una falta de calcio en su organismo que suplían como buenamente podían”.


Al mismo tiempo, ese niño, pide perdón a todas aquellas gentes que vieron frustrado su trabajo y el mayor de los agradecimientos y cariño a todas esas paredes blancas que le devolvieron sus besos. A todas, gracias por ayudarme a crecer.

     

8 comentarios:

  1. Hace poco de ese descubrimiento!!!
    Ya ves,.todo se acaba sabiendo.
    Me encanta como de cualquier comentario eres capaz de escribir cosas tan bonitas y hacernos complices de ellas de una forma tan sencilla.Besos.

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  2. Gracias a vosotros ese niño descubrió que lo suyo con la cal no era ningún tipo de paranoia ni nada por el estilo. No sé si he sufrido algún tipo de efecto secundario, pero el caso es que siempre que veo una pared recién blanqueada, lo menos que hago es sonreir. Me alegro que te gustara.

    Besos.

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  3. jejeje, eso me ha pasado a mí en mi casita, con los poyuelos, cuando la pared era blanca, y cuando recientemente fué rosa...paciencia. Un abrazo

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  4. Paciencia tengo, jejeje. Bienvenido por este café y gracias por apuntarte a estas letras.

    Un abrazo.

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  5. Me he quedado en blanco, luismi, jejeje. Esperaba que me contaras que había sido el comienzo de un grafitero pero me has rematado con que era falta de calcio, :)
    Un abrazo.

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  6. En cierto modo, grafitero también lo era a mi modo, jejeje. Sí que era falta de calcio sí. Parece ser que le ocurre también a los perros. Yo afortunadamente todavía no ladro, pero no lo descarto.

    Un abrazo.

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  7. Y has crecido y bien, seguro, porque sabrás que la falta de calcio puede producir raquitismo, además de muchas alteraciones y no me parece que sea tu caso.
    Me gusta como enfocas un problema que pocos conocen y sobre todo me gusta que no tengas secuelas.

    Cosas y casos que la red incita a contar.
    Un abrazo Luismi.

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  8. Gracias amiga. Pues creo que no he tenido secuelas, entre otras cosas porque recuerdo cómo mi madre me daba el famoso Calcio 20 de la época, que por cierto aún hoy me bebería con mucho gusto.

    Un fuerte abrazo.

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Y vueltas y vueltas…

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