Un once de enero de 2010, abrí de par en par las puertas de
este Café, con más miedo que ilusión; con más vergüenza que atrevimiento y sin
tener muy claro el verdadero sentido que quería darle a este local.
Las intenciones, invenciones y ocurrencias, pronto se fueron marcando letra a letra,
café a café, comentario a comentario.
Poco a poco y casi sin querer, este pequeño rincón se fue
convirtiendo en un lugar de reunión de gentes, de culturas, de ideas, de
paisajes.
Humores, tristezas, soledades, vivencias y pedacitos de
alma, han ido marcando muescas de guerra y paz en su viejo mostrador.
He pretendido siempre mostrarme tal cual soy. Tan buenamente
malo, o tan malamente bueno, pero con total sinceridad en uno u otro sentido.
Por esta puerta, han pasado clientes de todo tipo. Desde
aquellos que asoman la cabeza y distraídamente se marchan casi sin dejar
rastro, hasta aquellos otros habituales que siempre encuentran unos minutos
de sus vidas para perderlos entre sorbo y sorbo de un aromático café.
Incluso por aquí han pasado clientes vestidos de amistad, de
buenas intenciones, de grandes palabras de ánimo y complicidad con este humilde
escribiente, que no escritor y que repentinamente dejaron de tomar una copa
entre abrazos, risas y comprensiones sin más excusa que un extraño y para mí,
incomprensible silencio, pero de los que aprendí también que la vida muchas veces sólo es un gran teatro.
A todos sin excepción, sólo puedo dar las gracias porque de
una u otra forma, me han enriquecido como persona, siendo éste uno de los motivos principales por los que me animo a escribir.
También, pedir perdón a los que haya podido decepcionar, que seguramente también los hubo. Nunca fue mi intención.
Debo confesar que al cumplirse estos cuatro años, se me ha
planteado la disyuntiva de elegir entre cerrar este “negocio” definitivamente y
conservarlo sólo para uso o desuso particular, o por el contrario, continuar en
la línea que inicié un día como hoy y que tanto cariño, alegrías y también
decepciones, me han tatuado la piel.
Y ha tenido que ser un Rey Mago de esos que dicen que no
existen, el que me despejara dudas y bajo un hermoso papel de regalo, mostrarme
que el mundo, sus vivencias, sus alegrías, sus tristezas y su día a día, podían
seguir siendo escritas, sentidas y expresadas, con la tinta de una hermosa
pluma estilográfica.
A ese maravilloso Rey Mago al que le debo tantos y tantos
besos, a los míos y a todos los que fuisteis, sois y seréis parte de
este Café del Swing, gracias.
Gracias a ti por tener siempre la palabra amable, la sonrisa dispuesta y el abrazo reconfortante en este Café que hoy cambia de look pero mantiene la esencia de la que todos, un día, quedamos enganchados.
ResponderEliminarSupongo que todos los que garabateamos blogs nos hemos encontrado en la disyuntiva de si seguir o parar. En cualquiera de las opciones, los que siempre estamos...seguiremos estando. Ya sea en forma de comentario bloguero, de e-mail, llamada o como sea.
Un besazo!
Lo primero, felicidades por estos cuatro años. Veo que somos de la misma quinta, aunque dos meses mayor ;).
ResponderEliminarLo segundo, muchas gracias por estar por aquí, por dejarme entrar en tu Café, y leer "un corazón escrito".
No hubiera podido ser más elegante al explicar cada agradecimiento, sobre todo, a esos que te enseñaron que la vida es un teatro; eso es algo que yo tampoco entiendo y que en alguna persona, me hizo hasta daño esos silencios y lejanías. Gracias.
Un abrazo
Felicidades amigo. Lo haces bonito. Mi mas sincera enhorabuena. RAUL
ResponderEliminarFeliz andadura Luismi, eres genial.No lo dudes.
ResponderEliminarGracias a tod@s. Sois razones suficientes para continuar lo que un día comencé.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Luismi, gracias por estos 4 años de amistad. Muchas veces también yo me he planteado cerrar el blog, pero veo que debo de seguir, así que aquí me tienes, como siempre a tu lado.
ResponderEliminarUn gran abrazo
Sor.Cecilia
Muchas gracias amiga. Te deseo que al menos sigamos coincidiendo otros cuatro años.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.