viernes, 28 de marzo de 2014

Un hombre sin adiós

Yo conocí un hombre una vez. Un hombre de media sonrisa, de gesto serio y hablar callado. Un hombre de ojos expresivos, de movimientos tranquilos, de serenidad en sus actos.
Ese hombre era mi amigo. Ese hombre era un señor. Un señor en el mejor y más amplio de los sentidos.

Dios, el destino, o ambos, quisieron ser propicios conmigo asignándome su amistad. Ya hablé un día de cómo nuestros caminos se cruzaron; hoy tras su partida, es la hora de los recuerdos, de los reconocimientos, de ese homenaje sin calles, placas, banderas, músicas ni estandartes.
El homenaje que sale de dentro; de muy dentro. De ese sitio al que pocas veces acudimos a rescatar lo mejor de la vida y cuyas puertas no son fáciles de abrir. Porque hoy hablo con el alma.

No puedo hablar de otra forma de aquel que un día me abrió las puertas de su casa, su familia y su vida. De aquel que me hizo amar un paisaje, una gente, un momento, una mesa y un mantel.
Me enseñó a respirar un aire puro; a escuchar el agua de un río, a nadar sin mojarme en un mar de olas, a convertir el croar de cien mil ranas en una sinfonía inacabada y el majestuoso vuelo de un águila en una obra de arte a cielo abierto. Me enseñó en definitiva, a ser mejor.  

Muchas veces lo observaba con esa mirada dirección horizonte; mirada perdida, extasiada en un paisaje. Con su mar de fondo, con una majestuosa montaña. Así era él. Usando sus ojos como el mejor objetivo para inmortalizar lo más hermoso de este mundo.
Me contó mil historias, mil verdades y consejos. Y sus palabras siempre hablaron de futuro, de viajes en común, de nuevas aventuras en paisajes por descubrir. No pudo ser. Parece que siempre el mal, se ensaña con los mejores, cruel y fulminantemente.

A ese hombre, a ese amigo, sólo puedo darle las gracias y despedirlo con un “hasta siempre”, porque ese amigo, ese hombre, nunca quiso ni supo decir “adiós”.
 

 
 
* Quiero dedicar estas palabras a un gran hombre. Un hombre del que podía hablar mil cosas más y al que la familia Zarco-Bellón le debe mucho. A ti, Jaime con todo el cariño de un amigo que la próxima vez que te vea te volverá a pedir dos sidras.
 
 ¡Gracias, amigo!

8 comentarios:

  1. Le has dedicado un hermoso homenaje.
    Un abrazo.

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  2. A los grandes seres, a los inmensos hombres que nos enseñaron algo más que lo evidente, con aquellos sencillos grandiosos hombres la palabra adiós no existe.
    Un abrazo Luismi, tiempo que no te leía.

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  3. Tienes que animarte y en su memoria escribir y describir vuestras vivencias, contarle al mundo como se conquista una amistad tan especial.
    Conocer, conocemos a muchos, pero esos, los que se cuentan con los dedos de una mano, son tan raros que una historia como la vuestra es digna de contarse.
    Por su.memoria,
    por tu recuerdo
    por vuestras vivencias.

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  4. Preciosas palabras de homenaje a un amigo. Qué cierto es lo que dices, parece que las buenas personas tienen la vida más corta, es injusto y cuánto cuesta aceptar su partida.
    Me uno a tu dolor, luismi, y no olvides que las palabras que salen del alma, las dicta el corazón.
    Un abrazo amigo.

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  5. Muchas gracias Jorge por tus palabras. Un abrazo.

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  6. Tú lo has dicho Taty. "Un sencillo grandioso hombre". Le vamos a echar mucho de menos todos.

    Un fuerte abrazo amiga y muchísimas gracias.

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  7. Gracias Yolanda. Son muchas historias, sí. Muchas fotografías, con y sin cámara. Muchas enseñanzas. No sólo conmigo, sino también y especialmente con mis hijas. Sí quiero recordarle con letras, porque la memoria puede fallar, pero lo escrito, permanece. El tiempo lo dirá.

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  8. Muchas gracias amiga. No sé si realmente las buenas personas marchan antes, o es que realmente nos sentimos tan a gusto con ellas, que nunca nos parece el momento justo para que nos dejen. Sea como sea, este tipo de personas, nunca se marchan para siempre.

    Un fuerte abrazo.

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Gracias

Y vueltas y vueltas…

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