Quizás este año, más que nunca, busco, necesito y quiero escapar.
Escapar, que no huir, incluso de mí mismo.
Desvestirme la piel, ideas, pensamientos e incluso algunos presuntos
buenos sentimientos y como ropa sucia, abandonarlos temporalmente en un
carrusel de centrifugados purificadores.
Necesito reciclarme, recargarme, insuflarme de positivismo,
aparcando en el olvido lo que de un año a esta parte ha acontecido a mi
alrededor.
Busco soledad en buena compañía o buena compañía en esa
soledad necesaria en esos momentos en los que de uno u otro modo decimos
“basta”.
Debo cambiar y lo sé. Me conviene cambiar y lo sé. Dejar a
un lado preocupaciones ajenas para centrarme por una vez y esta vez sirviendo
de precedente, en las propias, que al fin y al cabo deberían anteponerse en
beneficio del que esto escribe, si quiero que esos beneficios se transmitan a
los más cercanos.
No es nada fácil cambiar lo que medio siglo aún no ha podido
hacer, pero no debe existir rendición sin pelea, premios sin participar, ni
llegadas a meta sin correr.
Lo bueno de la vida, sabe esconderse muy bien y todos de una
u otra forma, hemos contado hasta diez buscando fortuna, suerte o felicidad por
todos los rincones pasados y presentes.
Es hora de abstraerse de lo malo y buscar con los que
realmente me deben importar el bienestar y felicidad plenos que pretendo
encontrar estos próximos días.
Si lo conseguiré o no, el tiempo será juez implacable que
dará su veredicto.
De momento, me despido con unos versos de mi amigo y poeta
José Manuel Díez extraídos de su obra “Baile de máscaras”.
Hasta más ver.
LA FELICIDAD
Jamás será feliz quien no ha llorado,
quien no ha perdido el mar o acaso un puerto,
quien no ha tocado un cuerpo despidiéndose,
quien no ha saboreado la derrota.
quien no ha perdido el mar o acaso un puerto,
quien no ha tocado un cuerpo despidiéndose,
quien no ha saboreado la derrota.
Jamás será feliz quien no ha medido
la luz de su tristeza
en su esperanza.
la luz de su tristeza
en su esperanza.
Ay, Luismi, cuantísimo reconozco esa sensación-necesidad de abstraerse, de resguardarse en/de uno mismo... de borrón y cuenta nueva. Hace poco, de hecho, hice un viaje sola, sin más equipaje que una mochila. Veía venir que reventaría por algún sitio si es que antes la batería no se apagaba. He de confesarte que me vino de lujo. Es necesario hacerlo. Y estoy convencida de que esa desconexión también te sentará de maravilla.
ResponderEliminarBesazos!!!!
Eso espero amiga. Yo llevo bastante más que una mochila, pero la intención es justamente esa; desconectar con borrón y cuenta nueva y disfrutar de lo verdaderamente importante que nos da la vida.
ResponderEliminarBesos renovadores.
Todos lo necesitamos, un día, unos días: escapar, o más que escapar volcarnos en nuestro interior y decir adiós a los malos momentos vividos. ¿Se puede a nuestra edad?, obvio que ¡si!, nada es para siempre y nada es imposible de variar.
ResponderEliminarHermoso el poema elegido, complementan tu mensaje.
Abrazos Luismi.
Tienes todo el derecho y toda la razón. Lo conseguirás, luismi, algo parecido me ha sucedido a mi y acabo de regresar de desconectar unos días en los Picos de Europa.
ResponderEliminarVuelvo mejor y espero que dure.
Disfruta amigo.
Querida Taty, muchas gracias. Como bien dices, creo que no hay edades para rebuscar en nuestro interior. Lo difícil será realmente cambiar después de tanto tiempo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Buen sitio para desconectar en los Picos de Europa. Para allá más o menos me llevarán ahora mis pies y espero que también la mente.
ResponderEliminarAl igual que tú, espero volver mejor y con más ganas.
Muchas gracias amiga. Un abrazo muy gordo.
Creo que hay momentos en la vida en los que uno, sin saber cómo, se da cuenta de que necesita parar, o sencillamente "alguien" te para sin pedir permiso. Y, es un paro para poder avanzar, un paro para poder encontrar, un paro para poder vivir. Personalmente, llevo desde mayo (aunque comenzó en marzo) con ese parar. Es una sensación "rara". Es dejar de mirar con los mismos ojos a todo y a todos (no sé explicarlo, perdón). Es como una necesidad cumplida. Es querer estar sola para estar acompañada. Siendo cristiana, es dejar de mirar cómo me miro yo misma y cómo me miran los demás, para dejarme mirar por Dios. Y en esa mirada, se me está dando el descanso.
ResponderEliminarUn abrazo Luismi.
Me alegra saber que vas encontrando esa paz que buscamos todos. Los métodos no importan tanto. El caso es conseguirlo.
ResponderEliminarUn abrazo Patricia.