Los fríos,
truenos y relámpagos de este “verano” madrileño, creo que están causando
estragos en el cerebelo o bulbo raquídeo de algunos de sus habitantes. No
encuentro otra explicación posible a lo que mis ojos y antes mis gafas, han
llegado a contemplar camino como siempre de mi bendito curro.
Ya hablé en
su día de ese proyecto de músico por el que no pasan los años, y por desgracia,
tampoco una apisonadora que acabara por fin con un sufrimiento colectivo de
todos aquellos que amamos la buena música, o al menos, las buenas intenciones que
tienen muchos por interpretarla.
La escena,
es siempre la misma. Su vestuario, prácticamente idéntico si exceptuamos quizás
algún nuevo sombrero emulando a Elton John o tal vez a Frank Sinatra y que
forma parte de la parafernalia diaria de este anodino personaje.
Su música,
no ha variado. Siguen siendo las mismas versiones de versiones disfrazadas de
nuevos des-“arreglos” que siguen llenando de tristezas compungidas nuestros
ánimos mañaneros.
Pero hoy, ha
ocurrido algo en cierto modo sobrenatural e inaudito. Digno del mismísimo Iker
Jiménez. Algo que ninguno de los avezados y veteranísimos transeúntes de esa
estación de metro, podíamos llegar a imaginar.
Apoyado en la pared, frente a ese desecho de virtudes, se encontraba el primer espectador de su arte que jamás hayamos visto.
Apoyado en la pared, frente a ese desecho de virtudes, se encontraba el primer espectador de su arte que jamás hayamos visto.
Un chico
joven, aparentemente bien vestido. Con una pierna encogida, apoyando la planta
del pie derecho en la pared y acompasando con su movimiento, lo que era
imposible de acompasar.
Me fijo en
su cara y contemplo un rostro extasiado, de mirada perdida en un infinito de
unos tres metros y con una sonrisa divertida. De esas que no sabes exactamente
si es debida a una situación graciosa o porque una mano invisible le está
apretando los genitales con dudosas intenciones.
El caso, es
que allí estaba. Y era feliz; completamente feliz.
Juro y
perjuro, que si llega a coger una guitarra imaginaria acariciando sus cuerdas,
yo le hubiera acompañado con la mía de doce mástiles.
Pero faltó
un punteo.
Un gremio que en estos tiempos de crisis no para de crecer..
ResponderEliminarBesosss!!
Sí. Incluso hay algunos que son verdaderos virtuosos. Pero este que yo conozco, te aseguro que no y que aburre a las piedras.
ResponderEliminarBesos.