En una
pequeña maleta, aparentemente, poco es lo que puede caber. Cuatro ropas, un par
de zapatos, quizás un neceser y utensilios de aseo personal básico.
Pero en una pequeña maleta, también caben años de ilusiones, de devaneos, de alegrías y también de tristezas. De muchas mesas y manteles compartidos; de años de palomitas frente a un televisor; de noches en vela; de sueños, amores de los que se sienten y se hacen; de ilusiones, frustraciones, sorpresas, carcajadas, llantos, recuerdos, familias, ausencias, enfermedades, músicas, bailes y un sinfín de sensaciones y vivencias que forman ese gran libro histórico de la vida en pareja cuyo denominador común no puede ser otro que el amor.
Pero en una pequeña maleta, también caben años de ilusiones, de devaneos, de alegrías y también de tristezas. De muchas mesas y manteles compartidos; de años de palomitas frente a un televisor; de noches en vela; de sueños, amores de los que se sienten y se hacen; de ilusiones, frustraciones, sorpresas, carcajadas, llantos, recuerdos, familias, ausencias, enfermedades, músicas, bailes y un sinfín de sensaciones y vivencias que forman ese gran libro histórico de la vida en pareja cuyo denominador común no puede ser otro que el amor.
Y ese amor
me sorprendió en una vieja y atestada estación de tren un viernes cualquiera.
Una persona
que en silencio se me acercó y me susurró:
¿Estás esperando a alguien?
Por supuesto que estaba buscando y esperando a alguien, pero jamás podía imaginar que ante mí tenía a una mujer, esa mujer, mi mujer, con una sonrisa cargada de bendita picardía y complicidad con ese tipo que teniéndolo delante, era el fiel reflejo de la perplejidad, sorpresa e incomprensión hecha persona.
¿Estás esperando a alguien?
Por supuesto que estaba buscando y esperando a alguien, pero jamás podía imaginar que ante mí tenía a una mujer, esa mujer, mi mujer, con una sonrisa cargada de bendita picardía y complicidad con ese tipo que teniéndolo delante, era el fiel reflejo de la perplejidad, sorpresa e incomprensión hecha persona.
Recuerdo que
enseñándome unos billetes de tren y una reserva de hotel me dijo:
“Éste es el regalo que faltaba por tu cumpleaños”.
“Éste es el regalo que faltaba por tu cumpleaños”.
Aún hoy, me
cuesta cierto trabajo asimilar aquella escena y lo que vivimos en unas horas,
pero pasado el tiempo, me reafirmo más que nunca, que con esa mujer y esa pequeña
maleta, viajaría al fin del mundo.
* Mi agradecimiento a todas esas estrategas del engaño que intervinieron en esta hermosa historia, muy especialmente, a esa sobrina a la que debo unas cervezas que íbamos a tomarnos en una vieja estación de tren y a cuya cita, la muy "perra", no acudió...
* Mi agradecimiento a todas esas estrategas del engaño que intervinieron en esta hermosa historia, muy especialmente, a esa sobrina a la que debo unas cervezas que íbamos a tomarnos en una vieja estación de tren y a cuya cita, la muy "perra", no acudió...
GRACIAS
Muy bueno Luis me encanto .se os be muy enamorados en lafoto. Besos para los Dos.
ResponderEliminarEn una estación ocurren cosas a diario, pero seguro que no tan bonitas como tu hermosa historia. En una estación me parece el sitio más idóneo para mirar hacia adelante y seguir juntos mirando en la misma dirección.
ResponderEliminarOs felicito.
Gracias Cova. Pues sí, algo de enamoramiento hay, jejeje. Un besote.
ResponderEliminarSiempre me gustaron las estaciones de tren. No era la más bonita de las que conozco, pero cualquiera vale para un encuentro así. Gracias amiga.
ResponderEliminarBesos.