Naturaleza, música y gente, mucha gente. Nada incompatibles
unos con otros si la bondad de esos tres elementos además se alían con una
maravillosa temperatura ambiente alejada del bochorno de la gran ciudad.
Todas esas coincidencias se dieron cita el pasado 25 de julio
en Hoyos del Espino (Ávila) con motivo de la 10ª Edición de Músicos en la
Naturaleza que de forma ininterrumpida se celebra en pleno corazón de la Sierra
de Gredos.
Mi santa y yo teníamos allí una cita ineludible para hacer
efectivo el regalo de cumpleaños que unos meses atrás tuvieron a bien hacerme.
Poco faltó para no haber podido acudir a esa cita por un como
siempre inoportuno cólico que casi da al traste (no de guitarra) con mis
ilusiones de un gran día de música.
Debo ser de esos hombres que tropiezan
siempre con la misma piedra (de riñón).
Afortunadamente, no fue nada tan grave que un par de botellas
por vena no pudieran solucionar.
Esta aventura lúdico-músico-ambiental, tuvo sus comienzos en
la puerta 0 del inigualable Estadio Santiago Bernabéu, desde el que en dos
autocares partimos rumbo a Gredos a eso de las 15:45h.
Viaje un poco largo quizás. Carreteras marcadas por GPS de un
conductor que entre curva y curva y vaca a vaca, mareó el estómago de algún
joven pasajero. Alguna cuesta demasiado inclinada que casi provoca el tener que
bajar para empujar el autobús, pero sin incidentes reseñables.
Mereció la pena un trayecto tan sinuoso, para llegar a
contemplar desde lo alto el objetivo final de nuestro viaje.
Una larga serpiente de vehículos hicieron de los dos últimos
kilómetros un verdadero “quiero y no puedo” avanzar.
Pero al fin y al cabo, llegamos con tiempo de sobra incluso
para comernos esos maravillosos bocatas que dentro no nos permitían comer, pero
que fuera del recinto de conciertos, nada ni nadie nos podía impedir devorar.
Largas colas primero para conseguir la pulsera de acceso y
luego para acceder al recinto, no sin antes obligarnos educadamente el personal
de control a despedirnos de nuestras botellas de agua con o sin tapón.
Es decir; yo podía entrar con catorce móviles antiguos,
sillas de montaña plegables o pilas de todos los tamaños y colores para arrojar
a quien me viniera en gana y sin embargo, las botellas de agua estaban
consideradas como armas letales. Increíble, pero cierto.
El caso es que, con o sin agua, aproximadamente a las 19:00h.
el Luismi y señora, por fin podían contemplar en toda su extensión el recinto
en el que hora y media después tendría lugar el comienzo de una maravillosa
tarde-noche de buena música y espectáculo grandioso.
Tiempo hubo de visitar W.C. portátiles que para sorpresa
sobre todo de las mujeres, eran unisex y prácticamente las obligaba a saltar
para alcanzar el objetivo de volcar desperdicios sin dejar gota. Tarea, que
luego se supo, era totalmente imposible.
También hubo tiempo de visitar la carpa de merchandising, en
la que una simple camiseta te abría los ojos de sorpresa a golpe de 35€.
Un recuerdo es un recuerdo, pero 35€ no dejan de ser 35€. Así
que me contenté con haber adquirido antes de entrar otro de esos recuerdos, a
menos de la tercera parte de su coste.
Así minuto a minuto, sentada a sentada, el sol se fue
ocultado poco a poco por detrás de un enorme escenario que a eso de las 20:30h.
se comenzó a iluminar con las imágenes proyectadas en cuatro enormes pantallas
verticales como inicio puntual del primer concierto de la noche.
Fito y Fitipaldis o lo que es lo mismo, el señor Cabrales y
unos pedazo de músicos que le acompañan.
Debo decir que nunca he sido un gran seguidor de la carrera
musical del bilbaíno, pero tampoco callaré que siempre lo que escuché de él, me
gustó. Incluso, aunque sea algo en desuso, me pareció de ley comprar el disco
original de su último trabajo “Huyendo conmigo de mí” con un DVD, explicativo
de la filosofía de esta obra explicado por sus propios protagonistas.
Habrá mucha gente que dirá que Fito siempre suena igual y que
escuchado un disco, escuchados todos. Quizás no les falte algo de razón, pero
yo haría una simple pregunta aún en el caso de que fuera así:
¿Y?
Porque si un estilo musical te gusta; si unas composiciones y
unas letras te hacen mover pies, gargantas y pensamientos, no seré yo quien
busque perfecciones a modo de gran crítico que no soy.
Por eso, viendo, escuchando y degustando el espectáculo que
me ofrecieron durante casi dos horas de concierto, sólo puedo decir una cosa:
¡Chapeau Sr. Cabrales! Como artista, guitarrista y vocalista,
me pareció usted muy grande aunque su estatura no lo sea.
Y como espectáculo
audiovisual, creo y me siento muy orgulloso por ello, que ya quisieran muchos “grandes”
internacionales por los que en este país mucha gente pierde el culo, ofrecer lo
que su banda y Vd. ofrecen. Grandes músicos para grandes temas y un enorme
espectáculo. Resumiendo, “disfruté como un enano”.
En cuanto a Mark Knopfler, tipo al que sigo y persigo desde
hace ya unos treinta y siete años, poco que contar, que no supiera ya.
Knopfler, es Knopfler y punto.
Incluso con el tiempo y esa edad que sigue avanzando, diría
que se está haciendo entrañable, aún a pesar de ser una de las pocas leyendas
vivas que extraen arte de unas cuerdas de guitarra.
Foto Internet |
Un concierto de Knopfler es para paladearlo en toda su
extensión. No busquemos nunca en él un gran espectáculo de luces y sonido.
Knopfler es su guitarra y él, acompañado de una banda de virtuosos
multiinstrumentistas. A partir de ahí, los nostálgicos de los Straits flipamos
con Sultans, Telegraph Road, Romeo & Juliet o Going Home, mientras los más
cercanos en el tiempo, lo hacen con Speedway at Nazareth, Privateering o Corned
Beef City, para acabar todos diciendo de común acuerdo:
Foto Guy Fletcher |
Estoy de vacaciones y acabo de asistir a un concierto estupendo, sin entrada, ni pulsera, con agua fresquita encima de la mesa y no he tenido que coger el autobús. Tú me has llevado a ese espectáculo con tus letras y la música de fondo. Tienes razón, Mark Knopfler el hombre pausado de la guitarra incansable, es ya una leyenda.
ResponderEliminarMuy completa tu crónica musical.
Un abrazo.
jejeje. Muchas gracias. Me alegra saber que he conseguido acercarte a ese gran concierto que viví el pasado sábado. Felices vacaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.