Ese hombre sólo escucha su silencio por respuesta; sólo el
roce de una pluma cincelando letras en un papel cuadriculado.
Fluyen las palabras, los deseos, las promesas y sobre todo,
fluyen propósitos de mejorar un mundo desde ese grano de arena que ese hombre
simplemente es.
Hablando a su interior, a su yo más profundo, se formula
mil preguntas modelando mil respuestas.
Ese hombre de párpados obligados a no desfallecer por altas
horas en vela.
De férrea voluntad por la tarea autoimpuesta; de fiel
guardián de sueños ajenos y anónimos; de despertador de madrugadas de nombre
miércoles; ese hombre pensando en ti; sí, sí en ti que ahora esto lees; también
en aquel que miró para otro lado, en el de más allá que dejó de ser amigo;
incluso en el enemigo más atroz.
Ese hombre regresa a casa cuando la ciudad aún duerme y al
mirarse en el espejo se da cuenta de algo que llevaba tiempo sin percatarse…
Ese hombre, necesita despejar mente y cuerpo y retornar a
la corriente de la vida que eligió vivir, porque ese hombre, sigo siendo yo.
Y ese hombre que además tiene una pluma de oro, sabe muy bien entender su interior, sabe escucharse a si mismo, sabe que no está solo y cuando vuelve a casa y se mira en ese espejo, ve reflejada la familia hermosa que ha formado y que le espera sonriente.
ResponderEliminarMuy bonita reflexión. Abrazos Luismi.
Muchas gracias querida amiga. Continúo estudiando mi interior, aunque creo que pasarían siglos y seguro que no acabaría de entenderme.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.