Nunca
fui bueno haciendo resúmenes. Pero la imagen de verte subir unas escaleras, tan
guapa como siempre, para que un señor togado y birrete laureado te impusiera una
banda de rojo color a sangre española, me hizo recordar en segundos parte de tu
historia que también es la mía, la nuestra.
Como
un suspiro prolongado han pasado estos años. Años de guardería aprendiendo a
descubrir colores y formas; años de borras, lapiceros, escuadra y cartabón;
años de mesas de mil colores, pupitres con cajonera, leotardos, uniformes, carpetas
con pegatinas de tu número favorito el 46; profesores a quien matar, otros a
quien adorar; horas de estudio, de incar codos, de nervios, de satisfacciones y
alguna negra nube de frustración.
Son
años irrepetibles que debes guardar en ese rincón especial de la memoria que
todos debemos llevar dentro. Es hora de dar las gracias a las personas que con
su trabajo y conocimientos, han sido piezas clave para hacer de ti lo que hoy
eres: una gran mujer con unos valores y educación forjados a golpe de voluntad,
esfuerzo y tenacidad.
Desde
ese maravilloso profesor que con su destreza supo inculcarte un hábito de
estudio que nunca abandonaste, pasando por ese otro que a ti y a mí nos
suspendió con treinta años de diferencia y por el que brindamos con culines de
sidra por ese primer y único suspenso que sólo consiguió despertar aún más tu
amor propio, hasta llegar a los profesores de universidad, más lejanos, pero
imprescindibles para alcanzar tus objetivos.
Todos
en mayor o menor medida, han sido piezas claves en lo que hoy eres.
Tu
madre, tu hermana y el que te escribe sólo somos testigos mudos, pero fieles,
de tu trabajo.
Tú
te lo has buscado, tú te lo has trabajado, tú lo has conseguido.
Esas
largas horas de estudio, de devanarte los sesos, de noches sin dormir, de falta
de fe en ti misma esperando raspar cincos y recibiendo sietes.
Todo
eso acabó ayer en un hermoso acto de graduación que debe ser el punto de
partida a ese otro período de tu vida cuyo futuro en los tiempos que corren,
quizás sea más incierto que nunca.
Nadie
puede predecir si podrás ejercer un trabajo acorde con lo que has querido y por
lo que te has esforzado y si hay algo que lamento, es el no poder haberte
ofrecido todo lo que tú realmente mereces para encontrarlo con mayor facilidad.
Pero
sí que hay algo que te puedo asegurar sin ningún resquicio de duda y por lo que
soy inmensamente feliz. Y es que si piden voluntarios para apuntarse al selecto
club de quien no cabe en sí de orgullo por lo que has hecho y eres, yo, levanto
la mano.
P.D.
Dedicado a María, una de las mejores hijas que unos padres pueden tener,
Graduada en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid.
Precioso resumen. No puede ser más corto, has descrito bastantes años de esfuerzos.
ResponderEliminarFelicidades a la familia.
Muchas gracias Esther. Muchos años que han pasado muy rápido. Un abrazo.
ResponderEliminarPor lo que acabas de pasar y con el corazón henchido de orgullo, ya he pasado dos veces y sé muy bien lo que se siente. El esfuerzo tiene su compensación y nosotros como padres somos los primeros en levantar la mano, como bien dices.
ResponderEliminarDeseo para tu hija lo mejor y ojalá pueda ejercer como periodista, si escribe como su padre lo va a tener más fácil.
Enhorabuena a todos.
En nombre de los cuatro que hemos sido y seguimos siendo parte de esta historia, muchísimas gracias querida amiga.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.