Decir orgullo, pudiera sonar a
vanidad. Decir honor podría parecer arcaico. Pero cuando ambos sentimientos se
funden en uno, la persona que lo hace, se siente dichosa; pocas ocasiones tiene
uno en la vida de verse reconfortado con la conciencia de que la historia que
día a día se escribe con nuestra propia existencia, son
un cúmulo de situaciones en su mayoría intrascendentes, pero que de vez en
cuando, se ven envueltas en hermosos papeles de regalo.
Cuando hace ya casi seis años, decidí
comenzar a plasmar en letras lo que algunas voces decían en mi interior, no me
marqué un objetivo concreto. Simplemente, se trataba de escribir por el gusto
de escribir. De recordar por el gusto también de hacerlo. De usar esta
herramienta de la red como un diario virtual que de vez en cuando nos gustara
volver a hojear a los que como yo tenemos memoria de pez con piernas.
El hecho de que algunas personas,
conocidas o no, amigos o no tanto, llegaran a comentarme que les he provocado
una risa, una lágrima o una reflexión, me ha animado siempre a continuar en
esta aventura de letras a las que procuro dar cierto sentido.
Cuando hace unos meses, casi por
casualidad llegó a mí la información sobre el II Concurso de Relato Corto que
organizaba la Revista de la Guardia Civil con el lema “La Guardia Civil: en el cuartel como en casa”,
algo en mi interior abrió la boca para decirme: “tienes un pasado que contar”.
Y así fue. Pinté una parte muy importante de mi vida en un texto de título CASA CUARTEL DE LA GUARDIA CIVIL, que quizás sólo las
gentes que hayan vivido algo parecido puedan sentir como yo.
Pasaron
los días y una fría mañana de noviembre en mi puesto de trabajo, recibí una
llamada de un Capitán de la Guardia Civil que en tono muy amable y cordial me
comunicó que era el ganador del concurso.
Recuerdo
que mientras le escuchaba, miré a lo alto y no vi un techo iluminado por fríos
fluorescentes. Ante mí comenzó a abrirse un hermoso cielo verde. Un verde de
uniforme. Un verde engalanado de emblemas y divisas de un pasado que llevo en
la piel marcado de nacimiento desde que hace cincuenta y un años Dios me otorgó
el privilegio de nacer en uno de esos viejos cuarteles de la Benemérita.
Buena
parte de lo vivido en esos años de infancia e incipiente pubertad, queda
plasmado en ese relato que ha servido para que fuera invitado como uno de los
protagonistas a un acto de entrega de premios que a la postre ha sido una
maravillosa experiencia que va más allá del simple hecho de recibir un regalo o
galardón.
Me vi
rodeado de autoridades civiles y militares de gran rango. De insignes
periodistas de prensa o radio y de caras conocidas que difícilmente coincidirán
con la mía en otro acto.
Recuerdo
que mientras permanecía sentado aguardando el comienzo del acto acompañado sólo
por mis propios pensamientos, me cobijé en mí mismo pensando que yo no era
nadie al lado de gentes de uniforme que se han jugado la vida por ayudar al
prójimo yendo más allá de lo que su responsabilidad o trabajo les exigía.
Estar rodeado de verdaderos héroes
que se han dejado literalmente el pellejo por ayudar en catástrofes como el
terrible terremoto de Nepal, o permanecer colgados de una pared 26 horas sin
dormir para rescatar a muchos kilómetros de aquí dos cuerpos sin vida de unos
compatriotas, me hizo sentirme pequeñito.
Que estos héroes además fueran los
primeros en felicitarme sinceramente por mi premio, me hizo retrotraerme a
aquellos días de cuartel en los que jugaba a la pelota mientras mi padre
cumplía aquello que en letras grandes decía “TODO POR LA PATRIA”.
Y llegó ese punto en el que de
repente, regresé a sentirme nuevamente como miembro de esa familia que forman
los hombres y mujeres que vistiendo o no ese uniforme, forman una piña
difícilmente de igualar por mucho que cambien los tiempos.
Por eso, al escuchar mi nombre por
unos altavoces que me invitaban a subir a un estrado, me levanté con orgullo;
lo hice con honor y con el mayor de los respetos y agradecimientos de quien se
siente honrado por esa distinción.
Lo que no sabe ninguno de los
presentes, es que conmigo subió también un señor de verde que sin estar,
siempre me acompaña; también subió una ancianita que a kilómetros de allí ya no
recuerda apenas quien fue; también subió mi hermana que debe cuidar de un
marido enfermo; y como no, también lo hizo mi niño del siete de oros.
Foto: Web Guardia Civil |
Foto: Web Guardia Civil |
Foto: Web Guardia Civil |
Foto: Luz Ortiz |
Foto: María Zarco |
P.D. Quiero agradecer desde aquí al Capitán Padilla su amabilidad conmigo y los míos desde aquel bendito día que me comunicó el premio; las palabras que me dedicó particularmente en el acto el Sr. Ministro del Interior D. Jorge Fernández Díaz; la simpatía de un "monstruo" de la radio como es D. Carlos Herrera Crusset y muy especialmente también a ese insigne General de la Guardia Civil que con su cariño, palabras y abrazo, emocionaron a mi hija y ahijada por su parecido con el verdadero protagonista de esta historia que desde el Cielo estoy seguro que ante este militar, primero se cuadraría y saludaría con marcialidad para después abrazarle como compañero y amigo.
Y claro está, ni puedo ni quiero olvidar a esas cuatro mujeres que desde la última fila de asientos de un salón abarrotado, merecen mis aplausos y todo mi cariño y amor por su asistencia y que representaban a la familia y amigos que en la distancia se alegran de mis alegrías y saben acompañar también mis momentos menos alegres.
A tod@s, GRACIAS y a modo de despedida quiero gritar alto y claro cuatro palabras que desde muy pequeño me enseñaron a pronunciar:
¡VIVA LA GUARDIA CIVIL!
Luis como sienpre tus palabras me hacen ver como eres .el cariño q tienes ha La Guardia Civil y sobre todo ha tus padres .esos q t dieron la vida .Estoy orgullosa d haberte conocido . Besos
ResponderEliminarA la gente es fácil hacerla buena cuando se rodea de los mejores. Siempre he dicho que soy un tipo afortunado por la gente que tengo cerca. Y me da lo mismo que sea aquí, en Cuenca o en nuestra querida Asturias y la familia que también tenemos allí. Muchas gracias Cova. Un beso de los fuertes.
ResponderEliminarLuismi, te felicito por el premio, tienes que estar muy contento. Tus letras llegan al corazón, te lo he dicho muchas veces. Vienes de una cuna hermosa, orgulloso de haber tenido un padre que perteneció al cuerpo de la Guardia Civil y no me extraña que añores bellos recuerdos. Conozco esas casas cuartel, tengo una muy cerca de donde vivo ahora.
ResponderEliminarTe voy a contar algo: a mi marido le dieron el primer premio por un artículo sobre ingeniería aeronáutica, se lo dio el Ejército del aire en su 75 aniversario, no es militar, pero lleva años escribiendo sobre historia de la aviación y tiene publicados cinco libros. Fue un acto similar al que tú describes.
Mi padre era coronel de caballería y mi infancia la pasé en una barriada de chalets que pertenecía a los tres Ejércitos.
Ya ves...
Felicidades por el premio de nuevo.
Muchas gracias amiga. Como has vivido también ese ambiente militar, comprenderás perfectamente lo que uno puede sentir al recibir un premio así. Me alegra saber también en algo así.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Paso a desearte Feliz Navidad. Que seas muy feliz Luismi, motivos te sobran.
ResponderEliminarEspero que ya te encuentres perfectamente.
Un abrazo, nunca olvidaré que me enseñaste a poner música en el blog.
Muchísimas gracias querida amiga. Feliz Navidad también para ti y todos los tuyos. Yo no puedo olvidar tampoco la compañía de quien siempre me visita por este humilde café.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.