Dentro
de la fauna y en ocasiones flora que habitamos a diario las instalaciones y
servicios del Metro de Madrid, me encontré recientemente con el más salvaje
entre los salvajes de los animales que pueblan sus vagones.
En
teoría, este animal, es bípedo, pero por sus actos juraría que debiera estar
emparentado con el llamado rey de la selva.
De
complexión fuerte, pero no precisamente de gimnasio, (a no ser que en ese
gimnasio se hidrate con cerveza), desaliñado, con ojos vidriosos y vestido de tal
manera que no sabes si es que va o es que viene, ahí estaba sentado a escasos dos
metros frente a mí.
No
me hubiera llamado la atención si no fuera porque de repente, abrió la boca;
pero lo suyo no fue abrir la boca de una manera comedida o disimuladamente, no.
Si nos fijáramos en las manecillas de un reloj, diría que comenzó a abrirla a
eso de las ocho menos veinte, para acabar sobres las dos y diez, en un
bostezo como jamás vi ni escuché.
Su
boca, sin tapujos, no era una boca, era algo más. Por su cuerpo y tamaño de abertura,
me pareció más una tinaja o tinajón de los que antaño almacenaban vino o incluso por cómo la movía, la abertura de cualquier hormigonera de tronío.
Tan
grande era su circunferencia, que aún a pesar de mi mala agudeza visual, intuí
en su fondo más que la campanilla, un verdadero badajo de campana catedralicia.
¡Señor,
qué bostezo! Sólo le faltaban los rótulos en letras grandes de la Metro Goldwyn
Mayer.
Y
lo peor o más curioso no fue eso, sino que varios de los demás componentes de
la “manada”, en un acto reflejo que nunca entenderé, también nos vimos forzados
a bostezar.
Ver
para creer.
*Agradecería
a quien esto lea, me comente si haciéndolo ha sentido deseos de bostezar,
porque a mí me ha ocurrido. ¿Cosas mías?
Que los bostezos son contagiosos es algo bien conocido. Sin embargo, la ciencia no acaba de dar con la explicación de su origen. Solo los humanos y los chimpancés bostezan cuando ven -u oyen- a un miembro de su especie hacer lo propio y, aunque hay muchas teorías sobre las causas de este fenómeno, ninguna cuenta con el respaldo científico definitivo.
ResponderEliminarLa más extendida -y apuntalada- es que todo se debe a la empatía.
Me acabo de informar porque me lo he preguntado muchas veces.
Abrazos Luismi.
Se agradece la información. No me extraña que los chimpancés y los humanos nos parezcamos tanto, jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo amiga.