miércoles, 8 de junio de 2016

Tía



Es una vieja costumbre la que tengo de realizar el trayecto de regreso a casa después del trabajo, escuchando en mis auriculares la música que ese día me apetezca en la misma línea y tren de cercanías de siempre. Lo hago por dos motivos fundamentales: primero, porque me gusta la música y el día que deje de gustarme me convertiré en otra cosa que no soy yo y segundo, porque me ayuda en cierto modo a aislarme un poco de mi entorno con sus particularidades.
Pero no hace mucho, ese reproductor que utilizo habitualmente, en un descuido de varios días, no fue recargado debidamente y su batería dijo con los sonidos del silencio, que por más que me empeñara, no emitiría sonido alguno. Así que me senté en uno de los duros asientos del tren, viéndome rodeado rápidamente por dos mujeres jóvenes y un señor no tanto, que me servirían de compañía en el trayecto.

Mi entorno familiar me comenta y da fe que tengo una cierta habilidad para desconectar mis pabellones auditivos cuando realmente no es de mi agrado lo que escucho o no necesito prestar atención alguna a lo dicho por el otro u otros interlocutores.
No sé si es una suerte o una desgracia, pero así es.

Sin embargo, en esta ocasión me resultó imposible y mi cabeza desvarió en cálculos, filosofías y conjeturas.
Las dos mujeres jóvenes, se sentaron frente a mí. No las describiré porque no viene al caso. Ni más o menos guapas, rubias, morenas, altas o menudas.

Pero sí que me llamó mucho la atención el desparpajo y el modus operandi a la hora de entablar una conversación que duró todo el trayecto que a diario recorro para alcanzar mi meta hogareña.
Por más que intenté que no fuera así, no tuve más remedio que escuchar sin querer su elevado tono de conversación; ni tan siquiera un vano intento de cierre ocular y simulacro de sueño, consiguieron desviar esta conversación en mi cerebro o cerebelo.

La conversación en alguno de sus fragmentos se basó en algo parecido a esto:

" Tía, ayer llevé a Marta al pediatra y ¿sabes lo que me dijo, tía? Que estaba bien de peso, pero yo, tía, creo que no es así y que está más delgada de lo normal, tía"
" Pues qué quieres que te diga tía, pero yo pienso igual que tu pediatra; ¡pero si Marta está para comérsela, tía! Ni gorda, ni flaca, tía. Para mí que está bien, tía"
" Joder, tía; me dices lo mismo que Alberto, tía. Él me dice que está bien, que come normal, pero yo creo que no es así, tía"
" No te comas el coco, tía y haz caso al pediatra, tía. A no ser que veas que pierde mucho peso, tía, o que no está tan activa como siempre, tía"

Y así, un viaje que en distancia y tiempo fueron similares a otras ocasiones, pero que a mí se me hizo eterno, porque como decía, mi cerebro comenzó por calcular los intervalos en segundos y las ocasiones en las que se pudo escuchar esa palabra de tres letras y acento en la "í", que me canso ya hasta de escribir.
Para rematar, una estocada sin puntilla, cuando por la conversación, descubro que de "tías", nada de nada. ¡Eran hermanas...!



4 comentarios:

  1. Ja,ja,ja,... qué bueno y qué verdad más grande. Y no hubo tacos? porque es asombroso el castellano fino que tienen las "tías" hoy en día.
    No me extraña que prefieras la música al diálogo para besugos.
    Si alguna vez te encuentro con los auriculares puestos y los ojos cerrados, seguro que te reconoceré tío.

    Je,je, un abrazo.

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  2. Jajaja. No, en esa conversación al menos no hubo tacos. Algo es algo, no todo está perdido. Si me reconoces por ahí, no dudes que nos tomaremos algo. Un fuerte abrazo.

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  3. hola! que fresco desenfado se lee en tus entradas, desde argentinas estos buhos descansaran un poco sus alas y se divertiran con tus geniales palabras. abrazobuho.

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  4. Muchas gracias por tu visita y tus palabras. Abrazos.

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