Yo,
por suerte o por desgracia, padezco de cortedad visual; a lomos de apéndices
auditivos, cabalgan en mi desde el siglo pasado monturas y cristales varios con
el único fin de corregir aquello que por natural, no deja de ser defecto.
No
alcanzar distancias largas, es problema; pero aún mayor sería no ver más allá
de un palmo de nariz. En ese caso, el desastre más que previsible, es seguro.
Y
no sólo ocurre a la hora de ver con los ojos; porque también se puede ver sin
mirar.
Intuir,
es otra forma de percepción; sospechar que algo, alguien o una situación
comienza a ser poco clara, diáfana o cristalina, puede dar lugar a una vista
cansada, opaca en cataratas desbocadas, o si me apuran, salvajemente traslúcida
a modo de ríos muy revueltos.
Cuando
la sospecha se hace duda, la duda realidad y la realidad se conjuga en un
indeseable presente, uno se da cuenta de que la corrección de lo que ven sus
ojos o sienten sus entrañas, se hacía totalmente necesaria desde tiempos más
lejanos que ayer.
En
ese estado me debato; no sé exactamente si enfoqué bien la situación, si
percibí con claridad lo que desde un pasado se vislumbraba como futuro o
realmente no quise hacer caso a ese sentido sustitutivo del averiado que para
mí es la intuición.
El
caso es que ciertos afluentes del río principal andan revueltos y sin llegar a
desviar el curso de los acontecimientos, sí podrían trastocar la plácida
travesía que debería ser siempre la tranquilidad de una vida sin sobresaltos.
Ciertos
amigos, familia, o conocidos, parecen aliarse en tiempo y casi en forma a la
hora de hacerme sentir que más allá de una miopía reconocida de antaño, un
incipiente astigmatismo está deformando la nitidez necesaria para caminar con
pasos seguros por esta vida.
No
seré yo quien me vende los ojos esperando tiempos futuros o mejores y por ello,
debo acudir con urgencia a la consulta del doctor conciencia para que me oriente
sobre el mejor método de corrección, porque como alguien dijo una vez, “no hay
peor ciego que el que no quiere ver”.
La necedad de las personas que se niegan a admitir las verdadera naturaleza de los problemas o situaciones es evidente.
ResponderEliminarUtilizamos múltiples mecanismos para distorsionar lo que ocurre a nuestro alrededor, para filtrar cualquier situación y adaptarla lo máximo posible a lo que quisiéramos que ocurriera realmente. Filtramos la realidad, como oímos lo que queremos escuchar.
Qué tal unas gafas en la voluntad para poder llevar la vista un poco más allá de la nariz?.
Muy buen escrito, como siempre.
Ese es el problema. Que normalmente no vemos o no queremos ver más allá de nuestra nariz.
ResponderEliminarGracias como siempre por tus palabras y compañía.
Un abrazo