Dos
de la mañana, soledad en las calles, viento fresco, rumor de silencios.
Un
hombre, su mochila, unos pasos, un destino, un Amigo.
Dos
luces lejanas, movimiento, lenta cercanía, ruido de motor, el coche se detiene,
una ventanilla que baja, una cara conocida, una sincera sonrisa, un uniforme,
una corta conversación, destinos opuestos, despedida.
Cuatro
de la mañana, mismo hombre, misma mochila, calles solitarias, regreso a casa, luces
azuladas, ruido de motor, unos destellos, un saludo mano en alto, llegada al
hogar.
Ese
hombre, se sintió protegido; ese hombre se sintió querido; ese hombre se sintió
agradecido.
*Dedicado
a esos guardianes que patrullando calles realizan el difícil y tantas veces
incomprendido trabajo de velar nuestros sueños.
Extiendo mi agradecimiento de corazón a esas personas que dejan en casa a su familia para protegernos en nuestros caminos.
ResponderEliminarComo nos dijo Pedro, el amor no pesa por eso ellos van ligeros de equipaje.
Así es. No nos damos cuenta pero tenemos esos custodios que consiguen con su trabajo y muchas veces su sacrificio, que mucha gente pueda dormir más tranquila.
ResponderEliminarComparto tu reflexión, una profesión abnegada y poco reconocída por una parte de la sociedad.
ResponderEliminarAsí es Matías. No sé si en otros países es así pero en éste por desgracia ocurre.
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