Una impresora escupe dos folios de vivos
colores.
Dos pases, dos billetes, dos vuelos previstos
de una ida y su regreso.
Mucha publicidad y un asiento marcado. El
destino es claro, los horarios previsibles y no se esperan contratiempos de vientos,
mareas, o huelgas.
Ese asiento será ocupado por una cara asustada
de mujer.
Su ilusión, vencerá su miedo; su destino, borrará
sus dudas.
Volará alto, con estrellas por sombrero y mar
por alfombra; el tiempo pasará tan rápido como rápido es el vuelo de su pájaro
de acero.
Una maleta pequeña, quizás una mochila al
hombro. Poco equipaje para un gran viaje.
Un viaje en busca de verdes tierras, tréboles
de suertes y espumas blancas de negras cervezas.
Pero sobre todo, es un viaje de reencuentro a
los bailes, juegos y charlas entre amigas. A las canciones infantiles, las
pelis de dibus y las conversaciones de amores que llegaron.
Un reencuentro en tierra que siendo extraña, es
hogar sentido aunque lejano.
Imagino escenas. Una travesía con la luna por
compañera; charlas intrascendentes y ajenas; azafatas incomprensibles y el
tiempo que pasa deprisa.
Cuando quiera darse cuenta esa mujer,
arrastrará su persona y su maleta por un pasillo acabado en puerta y al otro
lado…
… al otro lado le recibirá una sonrisa; mucha
historia, mucha amistad, mucho amor.
Si pudiera estar presente, captaría la escena
de un abrazo en el que seguro, no cabría una hoja de papel porque será tan
inmenso como el que sólo dos mujeres, dos amigas, dos hermanas que se adoran,
sabrán darse.
Quedaremos en tierra, en otra tierra, en la de
siempre. Pero que no les quepa duda a esas dos mujeres que allá donde vayan,
vean, hagan, beban o simplemente hablen, les acompañará también el amor de unos
padres orgullosos por su felicidad que siempre será la nuestra.
Sentir amor, es uno de los regalos más maravillosos que nos da la vida. Cuando llega un hijo a nuestra vida, todo cambia... No hay un momento que no se esté en vilo por ellos. Deseamos que sólo les pasen cosas que les hagan felices. Queremos estar a su lado en el momento que tropiezan para evitar que se caigan.
ResponderEliminarEllas van a disfrutar del regalo que les hicisteis un día, una buena educación y con ello la oportunidad de compartir una experiencia única en tierras nuevas.
Un beso a ellas.
Se notó vuestra falta en el concierto.
No creo que haya un amor más grande que el amor a los hijos (particularmente sufrido y fuerte en las madres). Su felicidad es nuestra; sus sufrimientos, también. Y aunque sabemos que algún día volarán del nido, la distancia no será nunca un muro a ese amor que se siente por ellos.
ResponderEliminarSe agradecen siempre tus comentarios y buenos deseos para nosotros.
Habrá más conciertos, seguro. Espero que lo disfrutárais.
Besos