Regreso a casa con
el mismo chucuchú del cercanías de siempre. Viaje apestado de gente, vagón
central y “tren con destino Aranjuez”, escuchándose por la megafonía.
Trayecto sentado,
pero incómodo. Poco espacio para maniobrar y pies juntos.
No era ni mucho
menos una posición ideal. El cuerpo me pedía un relax, que de ningún modo pude
darle.
Subidas, bajadas,
puertas que se abren, luces rojas, pitidos… todo lo típico de un típico viaje
con destino a comida y hogar.
Llegada a la
estación de El Casar y disposición a salir. Aglomeración de gente en la puerta y
comienzo a bajar los peldaños que me separan del andén.
Con sumo cuidado
bajé esos dos escalones que me parecían dos plantas sin ascensor.
Pies en cemento y
comienzo a caminar muy despacio.
Por la izquierda
me adelantan jóvenes estudiantes, un operario de limpieza, dos corredores
fosforitos (por las camisetas que llevaban), una señora entrada en más kilos
que años o viceversa y otras personas que no sé si eran fu o fa o ninguna de las
dos.
Por la derecha, un
hombre en silla de ruedas, una madre de bebé colgado en pecho e incluso un
viejecillo de bastón carcomido.
En poco espacio de
tiempo y lugar, me percaté que detrás de mí ya no quedaba más que el silencio
imaginario de un grillo observador.
Continué despacio;
algo así como deleitándome con el maravilloso paisaje inexistente y degustando un
mediodía soleado.
Despacio, sí; pero
con dignidad y orgullo, porque ni siquiera una pertinaz lumbalgia impedirá que
un tipo como yo, deje de ser lo que es.
P.D. Siempre me
quedará el consuelo de que al menos no me adelantara el McLaren de Fernando
Alonso. (Con todo mi cariño y admiración hacia mi piloto favorito).
Querido Luismi, algunas veces, parar y observar a nuestro alrededor nos hace descubrir rincones o colores que por ir deprisa no podemos observar.
ResponderEliminarSe que te duele, No hay más que mirarte y ver tu cara, pero como dice aquel... No hay Mal que por bien no venga... Ya sabes, a sacar lo positivo. Mira el post tan bonito que has creado de un viaje rutinario y de un mal dolor. Eres un genio
Me gusta muy de tarde en tarde tomarme la vida con un poco de calma y observar. Esta vez no tuve más remedio por esos latigazos de dolor que de vez en cuando me dan, pero bienvenidos sean si sacamos algo positivo al final.
ResponderEliminarMuchas gracias por lo de genio; sólo espero no ser el de la lámpara ahora más que nada por la estrechez de espacio que para mi estado actual, no me viene nada bien je je je.
Besos
Buena descripción de ese trayecto en cercanías. Se muy bien lo que se siente con lumbalgia, la he padecido varias veces.
ResponderEliminarSaludos.
Entonces Matías sabrás de sobra lo incómodo que puede ser. Gracias.
ResponderEliminarSaludos
Ay mi querido amigo!! hasta una lumbalgia no te impide observar lo que un día cualquiera puedes disfrutar. El dolor típico de la estación primaveral con tantas subidas y bajadas de presión. Por si te sirve de consuelo llevo dos meses en rehabilitación por rotura de menisco y no por hacer deporte precisamente, sino por desgaste, la maldita artrosis viene empujando y aunque parezca mentira, desde los treinta los huesos empiezan a desgastarse. Sí, desde los treinta.
ResponderEliminarLa columna lumbar se resiente, los pinzamientos de las vertebras comienzan, presionan los nervios de la zona y ¡zas! lumbalgia.
Todo pasa y todo llega, como decía Machado.
Ya te habrás recuperado.
Un abrazo.
Afortunadamente ya pasó sí. Pero esta vez ha costado un poco más. Los años no pasan en balde, eso está claro. Pero que nos vayan quitando lo bailao aunque sea con dolores. Muchas gracias cómo siempre.
ResponderEliminarUn abrazo gordo y sano