Malos
tiempos corren, sangre espesa por las venas, mente obtusa y corazón triste
cuando en medio de una casa llena de palabras, de charlas y gente, uno se siente
solo y no busca otra cosa que la horizontal de una cama.
Es
la falta de claridad futura, de oscuro presente, de desgana de mente y cuerpo;
en definitiva, de la marcha o escondite del niño interior como segunda
personalidad, para dejar paso como protagonista absoluto al adulto taciturno de
sonrisa forzada en el que también en ocasiones se convierte el reparto de la
obra de teatro que yo mismo estreno en alguna temporada en mi cabeza.
No
era el mejor momento; no quería que así fuera, pero la conjunción de
cansancios, enfermedad incomprendida, desencuentros, tonos altisonantes, pollos
sin cabeza en pocos metros cuadrados, se unieron con un objetivo común que no
era otro que el de arruinar en cierto modo lo que debía haber sido y no fue.
Siete
días que pasaron rápido y que sólo me dejaron sabor dulce de café con nata en
un local de nombre Violín, que a última hora rescató con melodías de charla, una
mañana que no debió existir nunca y una semana de esas que debió ser todo lo hermosa
que no supimos crear.
Prometer,
es fácil; cumplir, no tanto y que todo salga bien, casi imposible.
Mal
momento elegí para ponerme el traje del pesimismo sin corbata porque al final,
quien paga casi siempre es la misma pata de las cuatro que conforman nuestra
mesa haciendo tambalear el equilibrio que por otra parte siempre hemos querido
que fuera santo y seña de nuestra convivencia familiar.
Pero
soy tan imperfecto como perfecto quisiera ser. Y donde antes existía un trazo
firme y alegre, ha quedado un esbozo de mí mismo.
Me
queda el consuelo de saber que este esbozo llevará aparejado su borrón y cuenta
nueva porque quien de bien se rodea, su sonrisa rescatará.
P.D. Quiero dedicarlo a la gente de mi hogar.
A esas tres personas que más cerca o más alejadas tienen que lidiar con un
personaje como yo.
Y te entiendo perfectamente, un mal momento lo tiene cualquiera y no todos tienen a alguien que aguante pesares y malos tragos.
ResponderEliminarTú sí, tres respaldos que no te fallarán, querido amigo.
Esa suerte tengo, sí. Los malos momentos aquí afortunadamente suelen ser eso "momentos".
ResponderEliminarMuchas gracias y un fuerte abrazo
Querido Luismi, te está afectando esta cambiante primavera.
ResponderEliminarQuizás no se cumplieron las expectativas para esta semana, o quizás eso te parezca a ti. Estoy muy segura de que cuando mires atrás y pienses en esta semana, sólo permanecerá el dulce sabor de ese café. Sacale el jugo a esos momentos compartidos tan dulcemente. Hay gente que apreciamos esas dedicatorias a tu familia y me extraña mucho que tu no te des cuenta de que la alegría de tu vida es eso, la familia que tienes a tu lado aun cuando tu espíritu esta " a por uvas". Un beso grande de quien te aprecia.
No sé exactamente que es lo que ocurre pero cuando la mente y el cuerpo están en off y la memoria sigue igual de mal, aquellas conversaciones preparadas, las cervezas por brindar o simplemente los paseos por hacer, se quedaron en el tintero. Y lo peor de todo es que después de una semana sigo preguntándome ¿por qué? Pues no lo sé. Puede que tengas razón y esta primavera nos esté afectando muy negativamente. En fin, espero que pronto llegue otro subidón de ánimo.
ResponderEliminarMuchas gracias amiga Yolanda. Besos
Luismi, decía el hermano Rafael (san Rafael Arnáiz) algo muy importante: "Saber esperar". No soy experta en esas dos palabras, ni juntas ni separadas, pero creo que ese es el camino.
ResponderEliminarNo quiero dejar otro comentario, que a su vez, me lo dejo a mí misma:
"Saber esperar".
Un abrazo.
Acertadísimas palabras se un gran santo y acertadísimo tu comentario porque bastan pequeños detalles, pequeñas "casualidades" de esas que los creyentes solemos tener para que donde había oscuridad y pesimismo vuelva a salir el sol.
ResponderEliminarMuchas gracias Patricia. Un abrazo fuerte.