martes, 9 de mayo de 2017

Castillo de naipes



Desde pequeñito me atraían las construcciones aunque los años sólo me sirvieran para añorar un Exin Castillos que nunca llegó.

Ninguna inquietud profesional o afición me ha llevado jamás a pretender entender cómo o cuándo se construyó un edificio.

Pero sí que he intentado con el paso de los años cimentar o al menos intentar construir a mi alrededor una fortaleza o castillo entre los míos, que sirviera como resguardo físico, moral, o cultural en el que cobijarse ante un mundo y una sociedad tan escasos en valores, inquietudes, o sanas costumbres.

Ni lo he sido, ni pretendo ser el mejor arquitecto de ese entorno, como tampoco sé si con los medios de que dispongo se podría hacer algo más o al menos, mejor.

Respondiéndome a mí mismo, estoy seguro de que sí; pero como todo humano, yo también lo soy. Y como tal, un ser totalmente imperfecto con sus imperfecciones.

He intentado e intento ser el mejor esposo, padre y amigo y moriría en el intento.

No tengo otra razón mejor para ser o para estar aunque lo olvide más a menudo de lo que yo quisiera.

Como mejor arma para reforzar todo eso, creo que no existe otra que la del diálogo con muchos cargadores de paciencia y comprensión.

Si esa arma falta o está en mal estado de revista, no hay defensa posible de la fortaleza que intentemos construir ante los continuos enemigos que la pudieran derribar.

Y cuando hablo de diálogo, hablo de ese de toda la vida; del diálogo o puesta en común entre dos o más personas que partiendo de una idea de bien para todos, siempre encuentran momento y lugar para hacerlo.

No hay mejor red social que la que unos seres humanos crean alrededor de una mesa tomando un buen café.

Malo será el día en el que sin diálogo previo, salten chispas y personas desbocadas, dejando atrás unas letras sin voz porque ese día, al menos yo, quedaré con la moral al mismo nivel que los cimientos de una fortaleza que siendo fuerte o pensando que lo era, no dejaría de ser un hermoso castillo, pero de naipes.



4 comentarios:

  1. Querido Luismi, me parece muy bien eso que explicas, lo de la fortaleza.
    Es algo que todos los que vivimos en familia intentamos hacer con mayor o menor fortuna. En mi caso así es y por eso me permito apuntar un detalle que he vivido. Hay que tener cuidado con esa fortaleza tras la que nos guarecemos, aveces, abrimos ventanas en ellas y eso permite que veas desde seguro el mundo si, pero aveces, esa ventana te ofrece un sólo punto de vista del exterior y te puede dar una idea equivocada de lo que ves. No viene a nada, sólo te lo apuntó. Así como comparto la maravillosa idea del café en una mesa. No hay nada que no se solucione con un café, una mesa, buena disposición y buena gente alrededor. Quizás me excedi, pero ya sabes la semana que tengo. Un besazo y me ofrezco voluntaria al café.

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  2. Cierto lo que dices. Al abrir ventanas nos podemos encontrar sorpresas de todo tipo. Lo malo o lo bueno, es que sin abrirlas también con el paso de los años podemos llevarnos esas mismas sorpresas sin sospecharlo. Que comentes nunca puede ser un exceso y lo agradezco. Y ese café o casi mejor cerveza, siempre podrá ser un hecho cualquier día de estos.

    Besos

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  3. Pues aunque tengas dudas, creo que eres un buen arquitecto, los cimientos, las vigas y hasta los planos están bien diseñados y has puesto, estoy segura, un buen hormigón armado para que tu castillo no se derrumbe. El diálogo es el mejor material, el más resistente, aunque a veces venga algún terremoto y parezca que todo se viene abajo, la comunicación y la convivencia rehabilitan la unidad en la familia.
    ¿A que se nota que tengo una "sobri" arquitecta?
    No puedo acompañarte a ese café, pero al menos me llegará su aroma.
    Saludos Luismi.

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  4. Sí que se nota sí. Hasta el mejor arquitecto alguna cosa vez se equivocó pensando que lo hizo bien. Nadie es perfecto.

    Muchas gracias.

    Abrazos

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