Un
hombre me invita a pasar; un hombre joven, de cabeza escasa en pelo y sonrisa
no forzada.
Me
insta a sentarme y con aire circunspecto de su boca sale el consabido
“Usted,
dirá”.
Y
yo le dije.
Aún
recuerdo ese día; ese bendito día.
Su
cara se transformó; ese rictus de cierta amabilidad dio paso a un gesto ciertamente
adusto.
Sería
por la falta de luz; sería por necesidad o simplemente por seguir un protocolo.
El caso es que un foco iluminó mi cara y oscureció sin yo saberlo ni esperarlo,
mi futuro.
Pocas
fueron las palabras; su cara a dos palmos; sus manos retorciendo, girando,
sujetando, estrangulando.
Ausentes
las bofetadas, diríase que el interrogatorio tuvo éxito, porque el pronombre de
la primera persona del singular, o sea, yo, me vi aferrado, casi maniatado, en
absoluta tensión muscular en una maldita silla que se cerró a mis espaldas
adaptándose a mi cuerpo como si hubiera sido siempre parte de mí.
Fueron
minutos de lucha, de angustia, de fiereza desatada en ese hombre que como premio
a mi quietud y buen comportamiento, me otorgó más puntos que los logrados por
el último representante español en Eurovisión.
Desorientado
y dolorido pasaron minutos, horas y días en un cóctel de molestias, fármacos y
malos sentimientos que no restañaron mis intenciones iniciales.
Uno
no se percata de lo bien que está hasta que deja de estarlo.
Necesitaba
una segunda opinión y acudí por ello a un observador (en este caso,
observadora), que al verme y sin mediar palabra, me dijo sólo con su mirada, lo
que yo ya sabía:
“Elegiste
mal, muchacho” …
…
porque un hombre me extrajo el único juicio que me quedaba ya y con él casi se
lleva mi humor, mi salud y mis ganas de vivir.
Si
vuelve a cruzarse en mi camino, o lo que es más difícil yo me cruzo en el suyo,
le miraré y no le diré ni una palabra porque al fin y al cabo, yo le busqué, le
elegí, me dejé actuar y así me trató la vida.
Pensaré
que no era su día, ni yo su tipo (entiéndase bien esto que escribo y no nos
llevemos a engaño).
Si
tú que está leyendo esto, te toparas con él en una sala, pasillo, o simplemente
cercano a una máquina de café, que tu mente forme una palabra y tus pies
cumplan la orden:
“HUYE”
P.D. Agradecer a familiares y amigos su compañía y apoyo en estos días. Que no les quepa la menor duda que me puede faltar el jucio, pero nunca la cerveza para brindar con ellos.
Desde la patata.., G R A C I A S
Hace un tiempo un entendido en piños me quiso abrir la encía para llegar al hueso y extraer uno de los molares del juicio, que según él estaba incluido y había que dar puntos. El cumpleaños de mi madre estaba a la vuelta de la esquina, no esperé ni un segundo, salté de la silla y me fui tan contenta.
ResponderEliminarA la vuelta otra entendida, en este caso mujer, me dijo todo lo contrario, no hacía falta extraer, solo estaba desmineralizada.
Si te topas con el, huye despavorido como gracias a mi intuición hice yo.
Mejórate y un abrazo.
Je je je. Fuiste más listo que yo. Muchas gracias,
ResponderEliminarUn abrazo