Visitar una
ciudad como Toledo, es un regalo a los sentidos. Empaparse de su historia, sus
calles y sus monumentos emblemáticos, es un ejercicio de reflexión con siglos
de vida.
Calles
empinadas, sudor en la frente, cansancio en las piernas, no son obstáculos para
quien sepa apreciar lo hermoso de un lugar con olor añejo de otros tiempos
lejanos en el recuerdo, pero muy presentes en el corazón de la grandeza de una
cultura que debe perpetuarse en generaciones pasadas, presentes y futuras.
Mis pies
traspasaron el umbral de una pequeña capilla casi escondida dentro de la
majestuosidad de una catedral revestida de grandeza.
Una
celebración eucarística que no por inusual, llamó mi atención en un
reconocimiento que iba más allá de un acto afortunadamente habitual en mí.
La
espiritualidad del momento, el silencio acordado de antemano, se vieron
desbordados por la figura de un hombre cansado.
Un hombre
ornamentado con ropajes obligatorios de quien por oficio debía presidir una
liturgia siempre conocida y a la vez diferente para quien asiste a ella con
hambre de paz espiritual.
Un hombre de
pasos muy cortos, inseguro en sus movimientos, pero de férrea voluntad de
servicio a los demás.
De voz
engalanada de suspiros; de gestos imperfectos y movimientos a cámara lenta.
Su homilía,
fue tan sincera como inexistente. Sólo unas palabras encerrando un gran
discurso:
Gran verdad
para quien pareciera necesitar más una cama en descanso que una obligación del
alma.
No pudo
extenderse más allá de la propia celebración. Marchó por donde vino; en
solitario, sus torpes pasos le llevaron a perderse por el interior de la
historia, dejando atrás a un tipo como yo que además de a Dios, se llevó de
allí el reconocimiento y la gratitud hacia un hombre al que seguramente jamás
vuelva a ver, pero que me hizo sentir que la grandeza de una persona se mide
también por la monumentalidad de sus actos.
Toledo es una ciudad repleta de vestigios históricos. Yo voy casi todos los años, pero nunca asistí a una misa, aunque por iglesias no sería.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues te recomiendo que alguna vez lo hagas y a ser posible en alguna de las pequeñas capillas que abundan por allí.
ResponderEliminarUn abrazo Matías
Pues te recomiendo que alguna vez lo hagas y a ser posible en alguna de las pequeñas capillas que abundan por allí.
ResponderEliminarUn abrazo Matías
Un pensamiento hindú dice que la persona que llega a tu vida en cada instante siempre es la que "tiene" que llegar...Traía sin duda un mensaje para ti...Siempre traen un mensaje y a veces 8aunque seguramente este no fuera el caso) no es necesario ni entenderlo, solo escucharlo con conciencia ...Todo va siempre en el lugar que le pertenece y todo sucede por algo...Un placer pasar por tu Café. UN fuerte abrazo, amigo.
ResponderEliminarEn mi caso querido Alfonso, creo que es Dios el que va poniendo las personas, los momentos y las situaciones en mi camino.
ResponderEliminarUn placer tu visita. Un fuerte abrazo a la familia.
Toledo es la tierra de mi madre, mi abuelo era juez y allí ejerció,vivieron en Zocodover. Una ciudad que llevo en la sangre, una catedral divina, pero como Matías no he asistido a ningún acto litúrgico.
ResponderEliminarEs verdad, Dios pone en nuestro camino hasta el más pequeño pajarillo.
Un abrazo.
De lo pequeño, incluso de un pajarillo, podemos encontrar la reflexión de lo que ese Dios, en el que muchos creemos, es capaz de hacer en la vida de cualquier persona que se deje sorprender por Él.
ResponderEliminarFeliz domingo, querida amiga.
Un abrazo
Vengo de un blog amigo, y me alegre, de leerte, yo siempre saco una lectura sobre la lectura, y creo lo que viste y oiste, te dio un toque, nada pasa por nada
ResponderEliminarSi me lo permites, te sigo
un abrazo
Mil perdones María Jesús porque no he visto tu comentario hasta ahora.
ResponderEliminarYo también pienso que las cosas suceden por algo. Muchas veces es difícil darse cuenta.
Tienes todo mi permiso y agradecimiento por seguir mi blog.
Un abrazo