domingo, 12 de noviembre de 2017

Humanos



Cuando el ser humano es humano, no existe otro que pueda igualarle en el universo. Con sus defectos, sus miserias, sus imperfecciones, basta un gesto, un detalle, un instante, para volver a creer en la humanidad.

No me cansaré de decir que soy un tipo afortunado. Un tipo al que la Vida regala momentos y personas que seguramente, no merezca.

Un tipo que en un instante pudo sentir el consuelo del desconsuelo; el abrazo de socorro, la mirada implorante de ayuda. Ese tipo al que una mujer, una amiga, una bella persona por fuera y si cabe aún más por dentro, envió un escueto mensaje que decía:
“Luismi, ¿estás en casa?”

Luismi no estaba en casa, pero poco importó, porque esa mujer le buscó y lo halló con su mujer en un anodino supermercado de su anodina ciudad.

Él intuía que algo ocurría, aunque quiso imaginar que serían buenas nuevas las que acompañarían su búsqueda.

Se equivocó. Esa mujer imploraba un consuelo, unas palabras de aliento, un abrazo sincero.

Y ese hombre, fundido en un abrazo como pocas veces haya dado o recibido, se sintió en unos segundos como padre, hermano y amigo que siempre ha deseado y desea ser con toda persona que viviendo un mal, busca un bien.

Qué cruel es el destino a veces no dando tregua ni descanso a quien vive el calvario de la enfermedad que azota nuestro tiempo.

Pero por otro lado, qué maravillosa es la fuerza de la esperanza de quien como yo, no se cansará de abrazar con todo el cariño del que soy capaz de dar, a quien me ha regalado una lección maravillosa de confianza en un amigo.

He cargado baterías, querida amiga. He llenado mis alforjas de buena voluntad, sacrificio, palabras, ánimos y todo lo que sea necesario para que esta lucha que nuevamente emprendes, sea una lucha con el final que sin duda mereces y buscas.

No importa el tiempo, el aislamiento, los días grises. Siempre me tendrás ahí para escucharte, comprenderte y abrazarte aunque la distancia se midiera en mares y debamos pintar lunas.

Tu lucha, es nuestra lucha; tu fuerza, la mía.


* A Laura, de corazón.

2 comentarios:

  1. Querido Luismi :
    No pareces darte cuenta de la bondad que desprendes, tendrías que darle una vuelta a eso... no paras de asombrarte de las personas que aparecen y te buscan en la vida, vas de sorpresa en sorpresa. No te cabe en la cabeza lo que te pasa, no dejas de sorprenderte.
    Quizás y sólo quizás, tendrías que sopesar que es la aptitud tuya frente a los demás lo que provoca esa confianza de la gente contigo. O quizás algún Espíritu.. Santo.
    Esos abrazos tan necesarios para Laura en estos momentos, quien mejor que tu para darlos!!
    Laura ganará, la imagino haciendo la V con los dedos corazon e índice. El índice que manda a su voluntad sobre poner una gran sonrisa a la vida y el corazón, porque allí anida su esperanza.
    Mis mejores deseos para Laura, si pudiera darle un poco de fuerza lo haría de mil amores, desde aquí sólo puedo darle ánimos.
    Y tu, mira. Si a tu alrededor hay maravillas y sorpresas será por algo. Vamos digo yo!!!!

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  2. Querida amiga:

    Agradezco muchísimo tus palabras. Pienso que esa actitud o lo que de bien pueda transmitir a los demás tiene más que ver seguramente con ese Espíritu del que hablas, más que con mi propia forma de ser o la personalidad que yo tenga.

    Estoy ahora en ese momento en el que intento quizás lo más difícil para mí que no es otra cosa que conocerme a mí mismo y tolerarme con todas mis imperfecciones, que son muchas.

    En ese estado, creo que es ese Espíritu el que me guía y va poniendo poco a poco los medios y las personas que se van cruzando en mi camino para hacer de mí un mejor hombre y transmitir la bondad que dices poseo.

    Pienso y digo muchas veces que Dios me quiere y es el que verdaderamente me induce a actuar de esta forma. Si no fuera así, sin Su ayuda, no sé realmente qué tipo verían las personas en mí.

    Con esa fuerza, con ese Espíritu, hasta el infinito y más allá.

    Un besazo y gracias.

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